He ido a uno de esos establecimientos donde puedes llevar la ropa a lavar y secar. Durante el tiempo de la colada, he tomado nota de algunas ideas que quería compartir sobre un tema que me apasiona y no deja de conmoverme.

Precisamente va de eso, de pasión, de sorpresa, de conmoción, porque los acontecimientos nos conmueven y sorprenden cada vez menos. Como dice José Carlos Ruiz en su libro ‘Filosofía ante el desánimo’ (2021), el «factor sorpresa disminuye y la atención hacia lo externo se destensiona». Pondremos un ejemplo muy reciente: según la información del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), las últimas cifras de personas desempleadas alcanzan las 4.008.789. Unos números tan altos que ya no se registraban desde marzo de 2015. ¿Esos datos nos asombran, ya no nos conmueven? Porque una vez más tenemos que decirlo, los jóvenes y las mujeres son los más afectados; es decir, de esos cuatro millones de personas, 2.304.779 son mujeres y 366.404 son jóvenes menores de 25 años. La Comunitat Valenciana es la segunda comunidad con la tasa más alta de paro juvenil de España, tanto en hombres como en mujeres. ¿No nos afectan estos datos?

El factor de la conmoción y del asombro ha desaparecido. Hemos entrado en una fase de pasividad y conformismo extremos. Todo esto no me extraña, ya lo anunciaba el filósofo Zygmunt Bauman con el término de sociedad y modernidad ‘líquida’, para definir el actual momento de la historia en el que las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo para toda la vida, se han desvanecido. Y ahora con la pandemia, más todavía. ¿Qué está ocurriendo?

Además de perder el «factor de asombro», según Ruiz, se ha perdido también el de mirar al otro, esa percepción del espacio externo como lugar de sociabilidad. Tal vez los culpables sean, entre otros, la hiperinformación y la hiperidentidad, definidos por este autor como poseer demasiado de todo, incluso hasta de nuestra propia identidad. Si no estamos activos en las redes sociales, si no decimos algo todos los días, no existimos.

Sentir la presión, explicaba J. C. Ruiz, de una identidad exitosa, que por lo general está muy alejada de la realidad, implica que dejemos de mirar hacia el otro y por lo tanto se pierde el espacio para sociabilizar. Esta hiperinformación está relacionada con el cortoplacismo, que para Adela Cortina consiste en «centrarnos en lo inmediato y no plantearnos nada a largo plazo». Tal vez por eso, digo tal vez, estemos perdiendo ese factor de asombro y conmoción por las cosas y los sucesos del día a día.

Cuando publican cifras escalofriantes de personas que se encuentran sin empleo, mujeres y jóvenes, sobre todo, ya no reaccionamos, como si eso fuera algo normal. Pero, miren, no es así. Detrás de estas cifras hay personas con nombres y apellidos. Estos datos son para conmoverse y mucho.

Hemos avanzado bien poco porque seguimos prácticamente con el mismo número de personas desempleadas que hace cinco años. ¿Por qué no nos indignamos ante estos datos?