Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

jorge fauro

Una maniobra de supervivencia

El concurso de Iglesias en las elecciones madrileñas parece más encaminado a detener la caída de Podemos que al convencimiento de que se puede vencer a Ayuso desde la hipotética unidad de la izquierda

Pablo Iglesias

Vista la jugada de Pablo Iglesias, uno ya duda de si el todavía vicepresidente del Gobierno prefiere estar en el Gobierno o en la oposición; en el Gobierno de Sánchez o en la oposición contra Sánchez desde Madrid y, previsiblemente, también contra Díaz Ayuso, a la que las encuestas, volatilizado Ciudadanos, dan la reválida el 4 de mayo con el inevitable apoyo de la ultraderecha.

A priori, más que una buena jugada para la izquierda parece un movimiento destinado a la propia supervivencia de Unidas Podemos, a la baja en las últimas citas electorales. El PSOE da la sensación de haber renunciado a las elecciones en Madrid, cuya convocatoria les ha cogido a contrapié presentando a Gabilondo, un candidato tan amortizado como desaparecido durante la pandemia. El concurso del líder de Podemos persigue, por tanto, una movilización de electores que con Gabilondo en el PSOE parece improbable por poco ilusionante, pero en la distancia corta le lanza un órdago a Iñigo Errejón para crear un frente en la autonomía que evite dejar a los socialistas el camino expedito hacia el voto útil y hacia el espacio de centro que entregará en herencia Ciudadanos, que previsiblemente se repartirán los dos grandes partidos.

La jugada del vicepresidente primero se asemeja más a un intento por detener la sangría de votos de los morados que a una estrategia pensada para arrebatarle la Comunidad de Madrid a Isabel Díaz Ayuso. Para Podemos, lo mismo que para Ciudadanos, las elecciones madrileñas (las del 4 de mayo, no las que deberán convocarse de nuevo dentro de año y medio) representan el punto de inflexión para posteriores citas ante las urnas. Un fracaso en Madrid abocaría a Podemos a arrastrar sus malos resultados hasta las siguientes elecciones generales, y para entonces su debilidad podría ser tan mayúscula que dejaría a los socialistas sin apenas oposición por su flanco.

Lo que está haciendo Pablo Iglesias, por tanto, es achicar el campo para evitar encajar más goles. Lo asombroso es que se ofrezca de aliado a su antiguo amigo Iñigo Errejón, al que purgó como a tantos otros compañeros de viaje en una de las mayores guerras cainitas de la política del siglo XXI. Está por ver qué condiciones pone el líder de Más País para perdonar a su hermano.

Compartir el artículo

stats