Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Elizabeth López Caballero

Resistimos

Escribo este artículo cuando se cumple justo un año del confinamiento por Covid-19. Un año en el que todos éramos testigos, con una mezcla de desconcierto y miedo, de una de las situaciones que quizá más nos haya marcado en los últimos años. Fueron meses duros que recordamos por el miedo, las muertes, la soledad, la crisis económica o los aplausos en los balcones. Un año en el que hemos pasado por distintas fases, por toques de queda, por restricciones, por desconcierto. En resumen, trescientos sesenta y cinco días en los que no solo nos ha cambiado la vida, sino que hemos cambiado nosotros. Recuerdo que durante el periodo más duro nos repetíamos como un mantra, quizá por pura supervivencia, que de esta saldríamos mejores. No sé si mejores, la verdad, pero desde luego sí más fuertes. A lo largo de estos meses he visto a gente quedarse sin trabajo, ese que llevaba décadas realizando, y reinventarse para salir adelante. Sé de médicos y de enfermeras que cogieron de la mano a personas que no conocían de nada para acompañarlas en su último suspiro y no abandonaran este mundo solos y con sentimiento de vacío. A esos mismos médicos y enfermeras llegar a casa y llorar por cansancio, por miedo a no estar dando lo mejor de sí mismos. Sentían la necesidad imperiosa de recibir un abrazo que les diese un poco de calor a la desolación interna que estaban viviendo, pero que sabían que no podían recibir, porque, incluso en casa, debían proteger y cuidar de los demás. Igual que cada uno de nosotros. ¿Cuánto hace que no abrazamos a nuestros abuelos? ¿A nuestras madres? ¿A nuestros amigos? Se nos quedaron tantos cumpleaños por celebrar, tantas parejas a las puertas de una iglesia o del juzgado para darse el “sí, quiero” e incluso una Navidad pospuesta. Sabina cantaba aquello de “¿quién me ha robado el mes de abril?” A nosotros nos han robado abril y mayo y junio y hasta julio. Ha muerto muchísima gente este año y es algo que, aunque no fuesen de nuestro entorno cercano, nos pesa como una losa de hormigón. Por sentido común, por empatía y por solidaridad. Pero, a pesar de todos estos reveses, hemos resistido, seguimos resistiendo y resistiremos. La capacidad de adaptación –y de resiliencia– del ser humano es incalculable. Ahora estamos en el proceso de vacunación, con dudas y recelos y, sin embargo, poniendo de nuestra parte porque sabemos que tenemos –queremos– salir de esta situación. Abrazarnos, besarnos, reunirnos hasta altas horas de la noche sin poner ni ponernos en riesgo. Es cierto que durante este tiempo me he encontrado con “negacioegoistas” pero ¿saben qué? Han sido muchas más las personas que han decidido arrimar el hombro, aunar fuerzas y tirar pa’lante con lo que se pueda y cómo se pueda. Toda esa gente tiene mi más sincera admiración. Las cosas están mejorando. Saldremos de esta de verdad y seremos muchos los que nos sentiremos orgullosos del ejemplo que hemos dado.

Compartir el artículo

stats