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Juan Tapia

Egos desencadenados

El personalismo de Iglesias y Rivera ha obstaculizado la renovación política que se vislumbró con la irrupción de Podemos y Cs

La ventaja de Biden respecto a Obama está en sus 44 años de experiencia como senador o vicepresidente, dice Edward Luce en el Financial Times. Y añade que otra, no menor, es “la modestia de su ego” respecto a su antecesor. Si un ego discreto es una virtud, entendemos mejor el ocaso de la “nueva política” que irrumpió en las legislativas de 2015 con Pablo Iglesias y Albert Rivera. Ya sabemos que Albert Rivera se estrelló por su personalismo. Y la extraña y teatral dimisión esta semana de Pablo Iglesias tampoco augura nada bueno.

El prometedor aire nuevo que se vislumbró con la aparición de Cs y Podemos se ha evaporado y la gobernabilidad se ha complicado. El ego de los dos nuevos líderes ha sido un factor decisivo.

Vamos a Albert Rivera, retirado de la política tras su fracaso en las últimas elecciones de 2019. Rivera surgió en Cataluña con solo tres escaños acusando a Maragall de seguidismo del catalanismo de Pujol. Pero Cs triunfó (25 y 36 escaños en el 2015 y 2017) por la reacción de muchos catalanes al unilateralismo independentista. Y ello, más el abrazo a un liberalismo centrista y crítico con los usos del PP hizo que Cs superara los 30 escaños en las legislativas de 2015 y 2016. En abril de 2019 –ya con Sánchez en Moncloa tras la moción de censura– Rivera saltó a 57 escaños mientras que el PP, desgastado, cayó a 66. Solo les separaban 9. El ego de Rivera se disparó y rechazó un posible gobierno de centro-izquierda (PSOE-Cs) con 189 diputados y mayoría absoluta.

Rivera no quiso gobernar con los socialistas, algo normal en Europa y que habría estabilizado la vida política. No quería ser vicepresidente (desoyendo al empresariado) sino superar al PP en unas nuevas elecciones y ser el joven líder de la nueva derecha. Quizá el nuevo presidente.

El ego le perdió pues en noviembre llegó el desastre. Cs cayó de 57 a 10 escaños, el PP subió de 66 a 89 y Vox fue tercera fuerza al saltar de 24 a 52. Rivera se fue, pero con música triunfal y globos, como en la noche electoral de un ganador. Y desde entonces ha torpedeado los intentos de Arrimadas de volver al centro y reanimar el partido. Después de Murcia, parece estar tras los que quieren que Cs se disuelva en el PP. Él nunca se equivocó y Arrimadas no es quién para cambiar su hoja de ruta.

Vamos a Iglesias. Tras el éxito en las elecciones de 2015 (69 diputados frente a 85 del PSOE) se negó a apoyar un gobierno Sánchez-Rivera. Creyó que la repetición electoral haría que Podemos (en coalición con IU) superara al PSOE y él sería el gran líder de la izquierda. Pero no hubo sorpasso y Rajoy siguió mandando.

En abril de 2019, con Sánchez gobernando tras la moción de censura, Podemos cae de 71 a 52 diputados mientras el PSOE sube de 85 a 123. Iglesias exige a Sánchez un gobierno de coalición. Sánchez no quiere y en la repetición de noviembre Podemos vuelve a caer (de 52 a 35 escaños) mientras el PSOE solo baja de 123 a 120. Sánchez “traga” la coalición e Iglesias es vicepresidente (y radiante). Pero solo 14 meses después anuncia que se va mientras Sánchez está en Francia con Macron, entroniza a Yolanda Díaz como su sucesora en Podemos –sin primarias, por supuesto– y se erige en el salvador de Madrid frente a la derecha extrema de Isabel Díaz Ayuso. Pero al día siguiente Más Madrid –el grupo de Errejón que pesa más en la Asamblea de la Comunidad– se niega a unirse a Iglesias.

Su ego le ha llevado a abandonar la vicepresidencia que tanto exigió y a postularse como el único recurso de Madrid sin contar con sus necesarios socios. ¿Se sentía inútil en el Gobierno? ¿Cree realmente que solo él puede salvar Madrid? ¿Actúa movido por su ego y su afición a golpes teatrales? ¿Quiere lengua suelta –ya no la tenía cerrada– para criticar al Gobierno? ¿Piensa romper la coalición dentro de unos meses? ¿Está atribulado porque en la última encuesta del CIS empata en estimación de voto con Arrimadas?

La situación actual no es solo culpa de los egos de Rivera e Iglesias. El PP y el PSOE tienen mucha culpa. Pero son egos desencadenados y quieren cúpulas obedientes tanto o más que Sánchez y Casado. Y la afición de Iglesias a Venezuela no ayuda a España en Europa. Italia, con Draghi, nos vuelve a adelantar.

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