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Olga Merino

Gambito de Dama

El ajedrez, el juego más reflexivo de cuantos se han inventado, requiere estrujarse el magín en el cálculo de posibilidades y riesgos sobre el tablero, donde un movimiento a tontas y a locas puede colocar el cuello del incauto en el cepo de la guillotina: zas, jaque mate y cabeza al cesto. Pensar bien requiere tiempo y concentración; que se lo pregunten a Anatoli Kárpov y Garri Kaspárov. Debía de oler a neurona al pilpil en la Casa de los Sindicatos de Moscú, donde se enfrentaron en el duelo más largo y electrizante de la historia, el Campeonato Mundial que arrancó el 10 de septiembre de 1984, con el aliciente, además, de que si el primero representaba al oficialismo soviético, la juventud y el arrojo del segundo lo llevaron a simbolizar los aires renovadores de la perestroika. Vladimir Nabokov, otro ruso enamorado del juego, definió así el damero en Habla, memoria: “Un campo magnético, un sistema de marcas y abismos, un firmamento estrellado”.

La tensión intelectual, el uso de emboscadas, engaños, celadas e inmovilizaciones de piezas invitaría a comparar el juego de los 64 escaques blancos y negros con los recientes movimientos sobre el tablero político español, sino fuera porque el asunto se parece más a una partida de naipes garbancera y tabernaria. Se mueven los peones en Murcia, en una moción de censura muy mal calibrada por Ciudadanos para virar al centro, y se los zampan los votos tránsfugas comprados con cargos. Por seguir con el símil ajedrecístico, se llama «apertura del loco» a esa forma de arrancar atolondrada que acaba en jaque en dos movimientos. “Te han dado el mate del pastor”, suelen decir quienes saben jugar bien al principiante eliminado en un pispás. El partido naranja, el supuesto liberalismo que nunca fue, se va al garete.

Tanto en ajedrez como en política, el control de las casillas centrales es importantísimo. De ahí el lance de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, al anticipar las elecciones al 4 de mayo. Puede parecer un movimiento apresurado, enloquecido, pero me temo que se trata de una jugada bien pensada, un gambito de dama en que el sacrificio de un peón —los consejeros de C’s en el gobierno regional— le asegura el control del centro del tablero: todas las encuestas la dan como ganadora (aunque necesitará muletas). Venga, venga, “comunismo o libertad”, palabras bien gordas en medio de la pandemia. Y frente al órdago de Ayuso, Pablo Iglesias, aún vicepresidente segundo, dobla la apuesta concurriendo a unos comicios que se presentan más polarizados que nunca. ¿Se está despidiendo? ¿Está intentando salvar los muebles de Podemos del umbral del 5%? El ajedrez y el tacticismo político son apasionantes como espectáculo cuando no te juegas nada serio. Pero sigue muriendo gente. La vacunación permanece estancada. La crisis económica está ahogando a muchas familias. Y mientras, quienes nos representan están a por uvas, a lo único que les importa: la poltrona. Ahora solo se les exige responsabilidad y gestión.

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