Luis Lozano Mercadal ha ejercido durante 37 años como secretario general de la Federación de Servicios Públicos de la Unión General de Trabajadores. Entonces tenía 800 compañeros. Hoy, más de 30.000. Luis, desde el primer día, ha reclamado unidad, disciplina y fe en el mando. Luis es lozano. Entonces, todavía más. Y Mercadal, apellido de pirata menorquino. Ha sido jefe. A veces implacable. Pero ha sido, siempre, compañero. Y, como en un despiste, ha dejado caer, siempre, aquello de la fe ciega en el mando. Sabía que disfrutaba de ‘autoritas’ suficiente como para evitar los retruécanos de resonancia fascista. Todos sabéis el éxito que tuvo Falange entre muchos cenetistas despistados. Porque no conocían a Marx. Luis sí conoce a Marx. Incluso compartió en una época el sueño de la Comuna de París. Si algún día os lo encontráis en privado, pedidle que os cuente aquellas asambleas en el Hospital Clínico que se celebraban antes de que estuviera redactada la Constitución

Luis ha ejercido el evidente poder que le confiere su representatividad, la de sus compañeros, con vocación de equilibrio. Siempre ha compensado para evitar que algún ‘-ismo’ se desmadrara. Haberlos ‘haylos’, pero Luis Lozano Mercadal siempre ha tirado para los trabajadores, para los desheredados cuyo único patrimonio es su capacidad de servicio y, con suerte, su talento.

El más digno heredero de Pablo Iglesias, sindicalista antes que político, ha tenido, además, el talento de ejercer con dulzura. No es fácil. No. Pero debe ser la vocación de atender al paciente, de aliviar su dolor, de paliar su pena. Esa vocación de servicio, que los nuevos tiempos han elevado a la categoría de imprescindible, es lo que ha añejado la dulzura del marxista.

Se jubila, dice, pero no dejará de mirar la costa desde un alto. Como hacían los etruscos, los tartesos, los íberos. Como han hecho los Lozano Mercadal desde que pisan la tierra, para advertirnos del peligro que se acerca. Como los grandes polìticos. ¿Le habéis oído decir: «a mandar, que para eso nos pagan»? Pues eso. Mucho júbilo, compañero.