Este último periodo de ‘no Fallas’, a pesar de ser un año muy duro para el mundo fallero, ha estado marcado por la ilusión y el diseño de nuevas actividades que se ajustan a eso que llamamos nueva normalidad. Fueron días para vivir la fiesta desde el recogimiento y la reflexión, entendiendo que próximamente volveremos -tornarem- a llenar las calles de luz, color y diversión.

Con esta resaca fallera, reparo en unas declaraciones de una turista francesa que acaba de aterrizar en Madrid en un informativo de televisión. La reportera, haciendo francamente bien su trabajo, la cuestiona acerca de lo que ha venido a hacer a nuestro país, concretamente a Madrid. Ella, sonriente, como si la cosa no fuera consigo misma y ajena a cualquier polémica, contesta que ha venido a nuestro país a «comer tapas» y a «beber alcohol». Le resulta más fácil venir a nuestro país que desplazarse a alguna de las regiones próximas a París. No sé si reír o llorar, aún no lo tengo claro.

Resulta que la joven, hecha y derecha, y con unos cuantos añitos a sus espaldas, no ha venido a asistir a un centro sanitario, ni para cumplir obligaciones labores y profesionales, ni tan siquiera para retornar al lugar de residencia o cuidar a personas mayores o dependientes.

Tampoco para hacer un tour cultural por la capital y conocer el Madrid de los Austrias, visitar sus famosos mercados, contemplar el cambio de guardia, pasear en barca por el Retiro, hacerse una foto con don Quijote, dar un paseo en bici por Madrid Río, explorar las huellas literarias o descubrir los misterios de ‘Las meninas’ y otras obras maestras en alguno de los museos más importantes del país.

Ha venido, ni más ni menos, que a beber alcohol (!). Como si no hubiéramos tenido suficiente ya con el modelo que se ha extendido durante años en algunas regiones de nuestro país. El cuento de nunca acabar. Y, por supuesto, como si se nos hubiera olvidado que seguimos en medio de una pandemia. ¿Vamos a dejar que Madrid se convierta en un Magaluf 2.0? ¿Vamos a permitir que este fenómeno se traslade a otras ciudades españolas? ¿Dónde quedarían todos los esfuerzos que se han realizado hasta el momento? Por lo menos la turista ha sido sincera, gesto que le honra.

Esto choca, para sorpresa de muchos, con las dificultades y las prohibiciones que tenemos los españoles para viajar entre provincias. Para que nos entendamos, esta pobre chica, que no tiene culpa de nada, puede venir a nuestro país a ponerse como el ‘kiko’, pero tú no puedes visitar a tus familiares que viven en la comunidad autónoma de al lado o descubrir la riqueza oculta de cualquiera de las ciudades y destinos de nuestro país, por no hablar de la gran ayuda que puede suponer para la recuperación del sector turístico y de todos los negocios que viven, en parte, gracias a él.

Esto es un claro agravio comparativo, ya que existe un claro perjuicio al tratarnos de forma diferente antes una misma situación. No hay duda de ello. Los que tendrían que tomar decisiones al respecto no están, ni se les espera. Ni siquiera les interesa. Siguen inmersos en sus batallitas electorales y en conservar su parte en el pastel del poder. Por favor, actúen antes de que esto salte por los aires. Hay muchas cosas en juego, quizá demasiadas. Ayuden al país a resurgir de sus cenizas y no sigan fomentando situaciones de traca. Olvídense de prender la mecha y eviten escenarios grotescos que no conducen a ningún lado. El único disparo pirotécnico es el que se tendría que haber celebrado estos días, y que es el que nos une a miles de personas, especialmente a los valencianos, entorno a una fiesta declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Quiero aprovechar para mostrar mi admiración, cariño y respeto hacia toda la familia fallera en general, y al sector turístico en particular. ¡Pronto volveremos más fuertes!