Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tonino

la sección

Tonino Guitian

La salud y las palabras

Acaba de pasar una buena amiga por un pasadizo psicológico complejo y ahora, durante su tratamiento, después de ordenar las grandes palabras, le quedará aún ordenar las medianas y las pequeñas palabras, tanto las que le gustan como las que no.

El problema de traducir nuestra vida con unidades lingüísticas es que nos liamos cuando tendemos a entender las cosas por comparación o por imágenes. Por eso cuando nos enseñan el concepto de las líneas paralelas podemos resolver que el mundo es plano: es más sencillo eso que digerir de golpe todo el bocadillo del darwinismo. Lo sencillo no es necesariamente bueno. Ni tan sencillo.

Alguien puede creer que el mundo natural, al funcionar como un reloj, ha sido creado por un gran relojero universal. Pero si nos fijamos en nuestro cuerpo humano, el mecanismo dista mucho de la elegancia de un reloj suizo. De hecho, muchos canales de nuestro cuerpo dan la vuelta por órganos que ya no tenemos, porque nos hemos ido formando con siglos de ajustes sucesivos. Incluso Joan Ribó habla de esta filosofía en su último cambio de escoltas apelando a la «normalidad de cambiar». Aunque esta coincidencia de términos no debe llevarnos a una visión aperturista: poseer dos ruedas no da licencia al carrito de los helados a llamarse motocicleta.

Tenemos que ordenar nuestro desorden porque entre lo bueno y lo malo hay muchos matices. Si todo fuera libertad o comunismo, gran sofisma solo comparable con que el papa es infalible porque es infalible, las cosas irían rodadas. Existen en la sociedad pocos engranajes que encajen con las grandes palabras. No hay gente puramente mala ni puramente buena, sino perfiles mixtos según la tribu: los halcones se comportan bien con los otros halcones, pero no con las palomas. Hay brutos, que son halcones por defecto pero que huyen a la primera respuesta. Hay aburguesados, que son halcones solamente cuando son los primeros en un territorio. Y palomas que picotean a las otras. Estrategias que se han impuesto lógicamente por la evolución y que enturbian nuestro cerebro.

Para conseguir una ‘mens sana’ hoy en día no es preciso ir a Decathlon. El dicho solo significa que el ejercicio físico nos distrae del pensamiento, cosa que es solo curativa si de verdad nos intoxicamos con pensamientos propios. Son los fumadores los que tenemos que salir a correr para liberar toxicidad por medio de esputos y toses. La gente pura de mente y de pulmones podrá llegar al límite de su competición neumática, pero en deporte es bien sabido que potencia no es lo mismo que puntería, y mucho menos que la puntería mental o moral.

Las palabras son hoy el mayor mercado del mundo. El propio mercado que desprecia las humanidades ha creado un paraíso de palabras, imágenes y creencias. Una profesionalización de los significados sometidos a la ley de la oferta y la demanda. Sus gestores son los intermediarios colocados entre el capital y el Estado para hacer prevalecer los intereses de los que les han ayudado a hacerse elegir. El populismo actual que deriva es una enfermedad infantil de recién llegado que obliga a seducir al pueblo transmitiendo sus reivindicaciones, sus teorías o sus prejuicios, de los que toma nota en la calle, es decir, a través de la televisión o de las redes sociales.

Para la locura de los gestores solo hay una terapia: asumir que pelean por acabar con los llamados nuevos privilegios mientras intentan mantener los llamados nuevos derechos desde su situación privilegiada. Para la salud de todos en general, lo más importante es que sus palabras nos hagan reír en vez de fruncir el ceño, porque las palabras de este mercado, como cualquier otro producto, no son casi nunca lo que crees sino lo que te quieren vender.

Pero amiga, si los médicos no te aseguran del todo que mejorarás, no es para hundirte ni para venderte una moto, sino para obligarte a que te cuides tú con empeño. Ten confianza. Un día pasearemos en una de esas bicicletas que veías pasar por la ventana y ni siquiera tendrás tiempo de reconocer tu antigua clínica, o bien dirás: «En este espantoso lugar recobré el gusto de vivir». Entre aquellos niños que salían de aquel colegio cercano dando gritos, ajenos a la señal ‘silencio, hospital’, hay también un niño nuestro. Y es de los primeros en correr y en lanzar al aire la mochila sin preocupaciones, porque ha comprendido el valor de la vida.

Compartir el artículo

stats