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Vicent Chilet

VITA DA MEDIANO

Vicent Chilet

Claro que Diakhaby tiene razón

Mouctar Diakhaby tiene razón, claro que tiene razón. Pero su victoria no residirá en el acto miope de encontrar el trozo limpio de audio del supuesto insulto de Juan Cala, sino en la observación de la realidad social que ha rodeado la descontrolada evolución de una polémica que nació de la indefensión absoluta que sintió su alma, que es bondadosa, noble. Hay racismo en el deporte porque nos envuelve un entorno que llega a naturalizar tics racistas, sin ser conscientes de exhibir tal intolerancia, lo que supone una unidad de medida, bastante tocha, de la dimensión del drama. También cuando se desliza la presunción de culpabilidad de una víctima con la mirada perdida en la grada, sin más abrigo que su palabra puesta en duda. Mientras, el show no se detiene por la ausencia histórica de protocolos, ya que durante décadas los jugadores racializados asumieron que escuchar «negro de mierda» era un peaje más de este oficio.

Diakhaby tiene razón porque Grant Wahl, uno de los analistas deportivos de mayor prestigio en Estados Unidos, tuiteaba que un incidente racista se juzgaba con más racismo, en referencia a la pregunta de Canal Sur a Cala sobre la «picaresca» de utilizar la ofensa racista como una artimaña para condicionar partidos. Y algo falla cuando ningún club de LaLiga se ha posicionado, mientras el Milan y multitud de jugadores de otras ligas y deportes sí se han expresado su solidaridad. A Diakhaby le asiste la razón cuando la estrategia defensiva se basa en esperar a la ausencia de imágenes, en recordar el mantra clásico de pero-si-tengo-amigos-negros o con los eructos («¡chivato! ¡llorón!») de cantantes machotes de letras ñoñas. También cuando el análisis de la problemática racista se aborda en la continuación de la lógica simplista de un partido de fútbol, ellos contra nosotros, cuando no nos inmutamos si los ofendidos son Vieira y Henry con el Arsenal. En esta retórica de trinchera se le ve también cómodo al Valencia, que reaccionó tarde y que para proteger a su jugador, como toca, no debe caer en el histrionismo escénico de «Cala, no te creemos». Ruido mientras la cuenta atrás de la ATE no se detiene, pero ahora nadie la recuerda.

Y Diakhaby tiene razón porque su reacción nos hace mejores. Aunque se haya resaltado más el paso en falso del regreso al campo que el gesto histórico de ser el primer equipo que se retira del campo y no trata de convencer al agredido. Un acto no tan lejano al lanzamiento de la medalla olímpica de boxeo al río Ohio de Muhamad Alí, cuando quiso pedir, pero no le sirvieron, dos hamburguesas en una cafetería de su ciudad, Louisville. Quizás al Valencia, el club del que apenas se sabe que sorteó el franquismo para abrazar al exilio mexicano, le han faltado cantares de gesta. Pero, aunque nadie lo diga, aunque aún no lo intuyamos, Diakhaby tiene razón porque su rebeldía se transformará algún día en cultura, en leyes, en un fútbol y una sociedad un poco más justas.

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