El martes pasado daba una conferencia en la Fundación Juan March sobre Vives. La fundación patrocina la colección de Españoles eminentes que publica la editorial Taurus, en cuyo seno ha salido mi biografía del Valentino, de la que este diario ofreció ya una generosa noticia. La próxima será una conversación con el director de la fundación, el escritor y filósofo Javier Gomá. Si deseo hacerme eco de esta conferencia es porque un amigo, a la salida, me dijo: «Nada puede ser más actual que Vives». Esa no era mi intención, ni dejaba de serlo.

Deseaba hablar, como decía el título, de Estilo moderno y entusiasmo en Vives. ¿Por qué debía ser actual hablar de eso? Yo quería subrayar la especificidad de la modernidad de los pensadores sefarditas, minoritaria, alternativa, capaz de impulsar un diálogo con el espíritu humanista y europeo con independencia de criterio. Es una modernidad que no asume la dualidad cartesiana de cogito y cuerpo, que no ve al ser humano fracturado entre una inteligencia y un organismo autómata, sino que considera que mente y cuerpo están interrelacionadas, tal que la salud de ambos no pueden establecerse de forma autónoma e independiente.

En efecto, frente a Descartes, para Vives no caben reglas de dirección de la mente que no sean a su vez y no se apoyen en las reglas de dirección del cuerpo. No existe salud mental sin salud corporal. Así, como me dijo otro amigo al salir, se puede entender mejor el espíritu de Spinoza, que no sería el desarrollo natural de la filosofía de Descartes, sino la reemergencia del sefardita instalado en Holanda, en el entorno de Juan de Prado, con efectos críticos de Descartes. Pero en realidad, estas cuestiones técnicas, aunque interesantes, y aunque vinculan a Vives con la Ilustración europea que pasa por Bacon, Spinoza y Kant, por relevancia que tengan no son de actualidad. Pueden replantear la historia intelectual de Europa, ciertamente, en la medida en que permite considerar a Vives como una figura que va más allá del mero humanista, para presentarlo como el tipo nuevo del filósofo, pero no obligarían por sí mismas a hacer entrar a Vives en la conversación del presente.

Sin embargo, mi amigo se refería a que los asuntos que había abordado para defender estas tesis eran de actualidad porque al establecer la pasión o el entusiasmo como el estilo humano en el que Vives coloca al ingenio excelente, ofrecía una interpretación de la libertad que merecía la pena ser considera en el presente. Nadie duda de que una conversación sobre de la libertad ha irrumpido en el escenario actual, para instalarla siempre en el seno de alternativas dualistas: libertad o comunismo, libertad o socialismo, libertad o capitalismo, libertad o barbarie. En fin, parece que en todos esos debates ya se sabe qué es la libertad y que sabemos además de qué tenemos que defenderla.

Vives nos recuerda que quizá asumimos demasiado pronto como libertad de los modernos la que un día Benjamin Constant opuso a la libertad de los antiguos. Esta era la libertad del ciudadano, implicada en la libertad política, en la defensa de las instituciones, en el ejercicio de su participación en el poder. La de los modernos era la libertad de la economía, la libertad burguesa, la libertad de empresa, la libertad de entrar en el mercado, en la sociedad civil. Vives resiste esta dualidad y nos muestra una libertad más básica e integral, la libertad que consiste en enrolarnos en la batalla general de la pacificación. El lugar de dualidades, libertad o algo, la suya era más bien una serie: «Libertad y algo más, por ejemplo, paz». Ese es el sentido de su divisa «sine querella», que por supuesto no es la ignorancia del conflicto, o la insensibilidad ante el sufrimiento, algo de que sabía tanto como el que más; que no es cobardía ni arrugamiento, sino sencillamente la voluntad expresa de luchar a favor de la pacificación.

Lo peculiar del combate de Vives es que el proceso de pacificación es general porque el mundo está en guerra por todos sitios. Está en guerra entre los poderes públicos, pero también está en guerra entre los poderes del interior humano. Libertad es el proceso de liberarnos de esos poderes en guerra, tanto fuera como dentro de nosotros. Es al mismo tiempo la lucha contra los poderes imperiales y concentrados, a favor del tipo de poderes pacíficos que Vives asocia a las ciudades dotadas de leyes propias, como podía ser su València natal o su Brujas de adopción; pero también la lucha contra los poderes interiores del miedo, del odio y de la angustia, que esclavizan a los seres humanos a sí mismos, a sus pasiones más tristes e impotentes, y a favor de un ánimo libre que dé calor al corazón y serenidad al cerebro, y que así equilibre las funciones del cuerpo y la mente.

No hay cuerpo sin mente, ni mente sin cuerpo, pero tampoco hay liberación y pacificación de las potencias esclavizadoras interiores del miedo y del odio, sin la lucha por la instituciones públicas sanas, equilibradas, solidarias. No hay libertad personal sin libertad civil. No hay libertad de abandonar lo más triste de uno mismo (el resentimiento), sin libertad compartida en el ámbito de la ciudad. Esa es la libertad del primero de nuestros modernos. Y no hay libertad sin esta doble libertad, porque no podemos liberarnos del miedo sin hacer frente a la inseguridad, y sobre todo a la inseguridad de los débiles, sin las instituciones de justicia, que garantizan una república bien constituida. No en vano Vives escribió el primer tratado moderno de socorro de los pobres, en el que hace de su atención un objetivo de servicios públicos urbanos regidos por la justicia, y no institutos de caridad.

Pero sólo si hacemos frente al miedo podemos hacer frente al odio, y entonces liberar nuestra mente de esas verdaderas ataduras y disponerla con energía para la investigación común de la verdad. De este modo, Vives pudo escribir esta frase: «Por el consenso del género humano se constata que no hay morbosidad alguna más grave que la enfermedad del ánimo y que las enfermedades mentales son más crueles y horribles que las del cuerpo y hay que evitarlas mucho más». Y eso, que la libertad verdadera, incluso la política, requiere liberarse de la enfermedad mental y su tiranía, es quizá lo que mi amigo vio de actual en la conferencia. Pues muestra que la correcta aproximación a la libertad no es oponerle alternativas, sino idenfiticar su condiciones. Libertad y paz, y justicia, y salud, y seguridad, y falta de miedo y falta de odio. Como en Vives.