Los gestos tienen importancia. Tanto en la vida cotidiana, como en la vida pública, son el reflejo de lo que se pretende trasmitir otorgando o restando relevancia a determinadas acciones, secuencias o personas. De ahí el que hayamos desarrollado unas formas de actuar esperado: el protocolo. Los expertos en la materia no solo pueden evitar conflictos, sino también, con toda la intención, dejar evidenciado nítidamente determinados mensajes que quieren sus patrones.

Seguirá sin borrarse de la memoria la difícil situación en la que en el encuentro al más alto nivel entre la Unión Europea y Turquía, un gesto protocolario lo ha dicho todo. El anfitrión turco ha escenificado, con toda la intención y de manera muy evidente, un mensaje personal al rebajar la importancia de la posición de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. ¿Porque es mujer? Como la duda es razonable, tratándose de un país que acaba de abandonar el Convenio de Estambul sobre la violencia contra las mujeres, la delegación europea no ha estado a la altura de las circunstancias en el momento de producirse el hecho.

Como consecuencia, después del sinsabor que dejó la visita de Josep Borrell a Moscú, asistimos a otra muestra de debilidad de la Unión que se está viendo sobrepasada con simples gestos.

Todo ello cuando perseguimos el reto de alcanzar un sentimiento de pertenencia y de identificación más fuerte con nuestra realidad supranacional, que no siempre se percibe con nitidez en los distintos países.

Porque el papel de la Unión Europea nunca ha sido tan importante como en el actual momento de crisis mundial. Es ahora cuando más necesario resulta trasladar la imagen de la Unión que todos quisiéramos: eficaz, solidaria y solvente. Para ello es necesario que se perciba como una potencia capaz de liderar para lo que, evidentemente, debe trasmitir la correspondiente imagen dentro y fuera.

Desde el Instituto 9 de Mayo somos conscientes de que promover el europeísmo, incluso internamente, no es una tarea sencilla; son muchos los factores que entran en juego. Pero, sin duda, fomentar el europeísmo también es una cuestión de gestos propios y como reacción a los ajenos. Más allá de la bandera, la moneda o la ciudadanía, el día a día está construido de gestos que potencian o debilitan.

Si Europa es una idea, como solemos repetir, hay que ir llevándola por delante.