El capital trabaja arduamente engañándonos. Su interés radica, a fin de cuentas, en ornamentar la miseria, la indigencia, la precariedad. El colapso económico, ecológico, político y moral golpea el planeta; ¿quién lo sufre? La ciudadanía rasa, a saber: camareros, dependientas, panaderos, maestras… Una minoría ricachona controla el poder: ordena, decide, impone, maneja la economía mundial. La gente de a pie entrega su alma a la tiranía capitalista; su cuerpo a la infame existencia despolitizada. Nadie protesta, nadie ruge, ningún gesto de rabia, rebeldía o insurrección. La sumisión como mecanismo de supervivencia, la pusilanimidad hecha piel, la desafección encarnada en insulso transitar vital. Una mísera biografía edulcorada con el filtro de las redes sociales, el postureo, el tik-tok, la patraña virtual desinfectando nuestro hedor real.

El pueblo entona sermones laicos: «todo irá bien», «un día más, un día menos», «volveremos a la normalidad». ¿Cómo lo saben? ¿Quién se lo dijo? ¿Por qué no fundamentan semejantes simplezas? ¿Se sienten legitimados para engañar? ¿A quién pretenden distraer? Me interesan las personas corrientes, sus historias, las dificultades que conlleva no sólo la pandemia, sino el propio sistema capitalista, artífice de la otra y responsable del colapso mundial. ¿Entiende usted la crisis pandémica interplanetaria como un factor periférico? El virus representa una enfermedad moral derivada de otra de mayor alcance: el capitalismo. Por eso golpea fuertemente a la clase obrera. Es falso que mueran por igual ricos y pobres. La pandemia sacude en toda regla la vida cotidiana de la masa precaria: trabajadores autónomos, familias sin ahorros, salarios ignominiosos para seres humanos esclavizados, inmigrantes explotados, mujeres prostituidas, estudiantes sin recursos y un largo etcétera. A esta gente nadie puede decirles mirándolos a los ojos que «todo pasará». ¿Qué cambiará? ¿Que recibirán por fin un sueldo digno? ¿Que ningún putero las violará? ¿Llegarán becas, subvenciones y otras ayudas para dignificar sus estudios, negocios, familias? ¿Nunca más pasarán hambre, incertidumbre, sufrimiento?

A la espera de que todo pase sin precisar muy bien el sentido real de tan extraño «todo», usted siga repitiendo mantras de baratillo. Cuelgue su foto chic, cuéntele al mundo su felicidad o la merienda molona rodeada de amiguis o ese primer viaje sin quitarse la mascarilla; adobe el engaño complaciente abusando de frases beatas. El capital se lo agradecerá. Sepa que acomete una gran labor deshumanizadora. Culpe al otro u otra de su miseria, hágale sentirse pusilánime, recuerde a la muchedumbre que su vida pandémica es bastante llevadera pues el virus, como el capitalismo, sí entiende de clases. No se apure. Su única tara psíquica es la falta de conciencia de clase. Nada grave. Quién sabe si eso también pasará. Usted misma lo cuelga en las redes sociales: «todo pasará». ¡Eah! ¿Todo pasará?