En primavera del 2020 nos sorprendió la pandemia. Muchos creímos que se controlaría en poco tiempo y los más expertos en el tema le auguraban mayor duración. Lentamente nos fuimos concienciando de que el virus nos iba a condicionar la vida durante mucho tiempo. Hoy asumimos como algo deseable que el 2022 pueda ser casi normal; pero la incertidumbre no nos permite, salvo algunas veces, ser optimistas.

El curso escolar 2019/20 se acabó desde casa con un enorme esfuerzo realizado por docentes y familias, para darle un cierto contenido que no supusiera una pérdida grave en el desarrollo del alumnado. Con seguridad, se salvó mejor de lo que era previsible. Actualmente estamos realizando estudios acerca de las consecuencias del confinamiento del 2020 y respecto a cómo está evolucionando el curso actual, también desarrollado en condiciones de una enorme incertidumbre por la pandemia. Aunque tan sólo estamos comenzando a recoger información, podemos adelantar algunas cuestiones al respecto.

A nivel académico, es de justicia resaltar el enorme esfuerzo que realizó el profesorado en general para intentar acercarse a mantener algo de normalidad académica y, sobre todo, emocional. Muchos docentes informan de la situación en que encontraron al alumnado en septiembre de 2020. Más allá de las pérdidas desiguales observadas en el logro académico, el confinamiento dejó sus huellas por su impacto emocional y sentimientos de inseguridad ante la vida y una socialización mermada. Con la forma en que se está teniendo que desarrollar este curso escolar, en muchos casos, es posible que no se superen fácilmente. Las necesarias medidas sanitarias -como los grupos burbuja que separan amigos, el mantenimiento de la distancia entre alumnos y respecto al profesorado- también están conllevando dificultades para el desarrollo personal y social de niños y adolescentes. El miedo domina a aquellos que escuchan a sus familias y maestras/os y quieren cuidarse para no ser ellos quienes contagien a sus familiares. Es una situación extraña. No sabemos qué huellas dejará en los más jóvenes. En cualquier caso, los niños son un referente de responsabilidad, porque siguen mejor las normas que algunos adultos. Si se queda esa asimilación de normas y responsabilidad sanitarias, fruto del esfuerzo combinado de familias y docentes, será una de las consecuencias positivas de la pandemia.

Un ejemplo a resaltar es cómo se organizaron y siguen trabajando los profesionales de centros específicos de educación especial (docentes, psicopedagogos, fisioterapeutas, educadores que atienden las necesidades más básicas del alumnado…). Han sido capaces de hacer una piña aportando entre todos lo necesario para atender las necesidades del alumnado y sus familias. ‘Huérfanos de abrazos entre docentes y alumnado’ -de lo que ambos colectivos se resienten- dan respuesta a las diversas necesidades de estas personas.

Además, la Conselleria de Educació ha sido capaz de poner en marcha a comienzos de este curso el Plan Mulan y dinamizar el uso de sus plataformas educativas. Este plan, accesible tanto para profesorado como para familias de todo el sistema educativo, incluye un conjunto de recursos tecnológicos que pueden ser utilizados como complemento a las clases presenciales o en momentos en que se ha tenido que confinar una clase o algún estudiante. También muchos centros concertados-privados han desarrollado sus propios recursos. Sin duda, todo es mejorable y se perfeccionará si se van haciendo los esfuerzos de evaluación de recursos necesarios con el apoyo de diseñadores de experiencia de usuario, evaluadores educativos y especialistas en contenidos e informática. Utilizar recursos tecnológicos complementarios en los centros escolares es un cambio importante que se irá enriqueciendo progresivamente para cumplir mejor sus funciones.

Además de los apoyos académicos, nos está llamando la atención el esmero con que muchos docentes quieren atender la situación emocional del alumnado. Es obvio que no lo hacen todos; algunos deberían valorar si sus exigencias de logro académico son muy distantes de lo que son capaces de ofrecer actualmente y motivan o desmotivan definitivamente a sus alumnos. ¡Cuidado en bachillerato! Hay que ser conscientes de que este curso tampoco ha sido un curso normal, sino otro desarrollado en pandemia y está dejando deficiencias académicas y emocionales muy desiguales entre el alumnado, aún por valorar.

En pandemia, además de las vidas perdidas, de la crispación política y la incertidumbre económica, no todo conduce a un balance negativo. Hay actitudes ejemplares que tristemente no son portadas de informativos; porque está muy extendida la creencia de que la noticia que más atención concita siempre es la más negativa. Y hay situaciones enormemente positivas que, si abrieran los informativos, no sólo atraerían la atención del espectador o del lector, sino que promoverían la confianza que necesitamos como sociedad para afrontar la post-pandemia. Sin duda, tras la tempestad, llegará la calma. Y tras cada época desastrosa, la humanidad no solo ha sido capaz de sobreponerse, sino de atesorar lo positivo para un nuevo renacer. Llegará; pero debemos apoyar la ilusión reconociendo todo lo positivo que también ha suscitado esta crisis. Y lo que está ocurriendo en las escuelas, además de en la sanidad, es un seguro excelente para un futuro mejor.