Aunque el término alimentofobia no existe como tal, yo lo propondría en la línea que se utilizan otras palabras como xenofobia, homofobia... es decir: odio, miedo aprensión o repulsa a las personas por su tipo de alimentación. Desde otro punto de vista se podría considerar como fobia a los alimentos, pero esto ya entraría más en el caso de los trastornos alimentarios.

Bajo este constructo de alimentofobia, incluiría entre otros que voy a ir mencionando, a los veganos, que literalmente odian a los supuestos carnívoros, como ellos los llaman, o al contrario: cuando los supuestos carnívoros odian a los supuestos veganos. Y digo supuesto porque, aunque nos sepa mal, somos por nacimiento y genética omnívoros. Una persona no es una pauta alimentaria, sino que la componen muchas más cosas, quiero decir con ello, que no es conveniente confundir entre sigo una alimentación vegana como algo que conforma parte de mi vida, o considerar que soy vegano como el entendimiento de un todo (solo soy eso), algo que va a delimitar lo patológico u obsesivo de lo normal (por decirlo de alguna forma). Es decir, lo que nos ocupa en exceso el pensamiento y/o comportamiento. Igualmente, para el caso carnívoro, vegetariano, macrobiótico o cualquier pauta alimentaria que se siga y obsesione.

Las redes sociales están invadidas de influencers, coachers e incluso profesionales de la salud con su superpromocion de la salud e higiene alimentaria. La que nos va a salvar de todas las enfermedades del planeta, pero con ese gran puntazo de alimentofobia porque transmiten, aunque digan que no, una estigmatización contra las personas obesas, diabéticas o hipertensas, entre otras. Como persona con «falta de fuerza de voluntad» (si es que esto existe), lo que no se paran a pensar es que la alimentación no es solo lo que engullo, sino que a eso le afectan también factores económicos, socioculturales, emocionales, hereditarios, etcétera. Con ello no quiero disculpar la mala alimentación, pero más que tiranizar las pautas alimentarias y catalogar a las personas por lo que comen, sería conveniente empezar a hacer una buena promoción de la salud alimentaria y que no esté en manos casi exclusiva de influencers. Porque se pasa del negro al blanco sin tener en cuenta la gama de grises, sucumbiendo a la alimentofobia.

Por otro lado, el culto al cuerpo, a una salud entendida como un icono de ser mejor que… algo que abanderan los movimientos healthy y que carga contra todos los que no están en esa ola saludable, también son alimentofóbicos. Pero lo peor es que detrás de esta alimentofobia hay encubierta otra fobia peor, que es la aversión a las personas enfermas, que lo están según ellos, por su gusto. Porque parece que el que está enfermo es porque quiere. No se cuida, bebe, fuma, no hace ejercicio, come fatal. Pero no se cuestionan por qué esas personas siguen hábitos no saludables o que hay personas que incluso teniendo hábitos saludables enferman. Tampoco se cuestionan por qué la mayoría de las enfermedades occidentales acaban cronificándose, en vez de curarse. ¿Intereses farmacéuticos?

Con esta disertación quiero transmitir que, si bien es necesario una buena promoción de la salud, de hábitos nutricionales, de higiene del sueño, de prevención del sedentarismo etcétera, ésta no debe dejarse solo en manos de influencers, coachers y cantamañanas varios. Fomentando de esta forma la alimentofobia.

Ya es hora de que las autoridades competentes hagan una buena promoción de la salud y unifiquen criterios. Así como un mejor control de la calidad higiénico-sanitaria y nutricional de los alimentos que colman las estanterías de los hiper y supermercados. En definitiva: divulgar hábitos alimentarios y de salud sin caer en la estigmatización y en la supremacía de «yo soy mejor que tú, porque como y llevo una vida más sana».