En el análisis de los paisajes se pueden encontrar diferentes aproximaciones, siendo la más destacada la referente a las políticas de protección que se ha desarrollado desde los finales del siglo XIX. Aquí cabría destacar tres líneas de pensamiento. El paradigma pintoresco, que considera que el paisaje forma parte del patrimonio en su dimensión visual. Según este enfoque, hay que protegerlo de interferencias visuales que pueden alterar su apariencia. En segundo lugar, el paradigma ambiental, que considera al paisaje como parte del medio ambiente, un hábitat natural para la flora y fauna. Intenta proteger este paisaje «natural» mediante gestión de unas áreas más o menos extensas y por último, el paradigma cultural que considera al paisaje como resultado de interacción entre la naturaleza y la sociedad, y lo trata como una parte del medio, configurado por la sociedad con los valores y significados compartidos mediante las representaciones culturales y prácticas territoriales.

Desde la Geografía se han estudiado los paisajes desde sus inicios y desde la segunda década del actual siglo son varios geógrafos los que analizan los paisajes energéticos de renovables.

La energía es un elemento que estructura los paisajes y determina muchas de las transformaciones territoriales de las sociedades humanas además de ser un condicionante de las sociedades y territorios.

Debido a las políticas actuales de transición energética, la Comunitat Valenciana no escapa a la proliferación de estos paisajes. Aquí, según el portal de Información Pública de Energía del IVACE, en los años 2019 y 2020 se han presentado 33 solicitudes para la instalación de huertos solares, que ocuparían alrededor de cinco millones de metros cuadrados en suelo agrícola, ocupando aproximadamente el 0,05 % de este tipo de suelo en su mayoría de secano y por lo general localizado en el interior de las tres provincias (que por lo general se han hecho muchos esfuerzos para conseguir niveles de visitas turísticas basadas sobre todo en el paisaje) con una mayor demanda en la de Castellón con 14 proyectos, 12 de Alicante y 7 en Valencia.

Si bien la cantidad de suelo que cambiaría de uso no es importante cuantitativamente, sí lo es cualitativamente. Los emplazamientos habituales se concentran en lomas, colinas y/o llanuras creando un alto grado de incidencia visual. La energía fotovoltaica cuenta con una imagen positiva por su carácter de limpia y renovable, aunque su localización suele ser en entornos rurales, con una extensa superficie ocupada (más de un millón de metros cuadrados en Biar repartidos en 20 parcelas o más de 150.000 metros cuadrados en Villena por citar dos ejemplos) da lugar a bruscos cambios paisajísticos. Se crea así una paradoja medioambiental: impacto importante sobre el paisaje pero percibidas como medioambientalmente positivas, así lo recoge Espejo Martín. Según apuntan Frolova y Espejo, “aunque se han hecho esfuerzos en materia de paisaje, la promoción de energías renovables y la proliferación de legislación en esta materia, no se ha conseguido introducir el paisaje de forma transversal en las políticas energéticas”.

Sería conveniente buscar alternativas, por ejemplo en zonas ya degradadas como canteras abandonadas, zonas periurbanas de suelo no consolidado, suelo industrial. Algunos incluso señalan (Mérida y Lobón) como zonas idóneas los corredores de infraestructuras de transporte, zonas libres de infraestructuras aeroportuarias o crear “paisajes de renovables”; agrupando instalaciones fotovoltaicas con eólica o hidroeléctrica compartiendo las líneas de distribución.

Desde la Geografía, el paisaje se define como un espacio con características morfológicas y funcionales similares, teniendo en cuenta una escala y una localización. La escala es fundamental para delimitar el paisaje. Como ejemplo, los dibujos de Cavanilles o los paisajes de Monet (otra cosa son los paisajes antropizados). Hay que proteger el paisaje.