La Sort es el nombre de un buen restaurant de ya unas décadas en Moraira, también hotel. Evoca además el nombre de un pueblo leridano, Sort, algo afortunado en premios de lotería. Y, finalmente, hace referencia directa a algún gordo de estos premios. Pero, también, es La Sort una obra teatral estrenada del 4 al 7 del pasado mes de marzo en el teatro Rialto de Valencia que deliberadamente usa la referencia gráfica del satisfactorio privilegio de un premio tal al iniciarse la crianza de un niño adoptado, inicio que a su vez es el comienzo de una familia plena. Uno de los familiares lo dice así de claro, esto es como si nos hubiera tocado la lotería, en las imágenes proyectadas.

Pese a las limitaciones de la política cultural del Institut Valencià de Cultura (IVC) esta obra tiene el acierto de mostrar transparentemente en las tablas teatrales la burocracia y las trabas de un proceso de adopción, que en este caso incluso fueron políticas. Aunque estas trabas son asunto parcialmente conocido, aquí se da la oportunidad de conocerlas de forma casi pedagógica recurriendo por ejemplo a la imagen proyectada de la solicitud inicial de adopción, entre otros recursos. Su tramitación, una verdadera y prolongada aventura, dio lugar a una adopción mestiza (no digas que es morenito, es negro, dirá también un familiar), plurilingüe (los padres hablan valenciano y castellano, y lo hacen en escena) y diversa (los padres son una pareja gay).

La obra se inicia con las imágenes de José Luis Rodríguez Zapatero presentando y defendiendo la aprobación de la ley que modifica el Código Civil en lo concerniente al derecho de contraer matrimonio. El texto de esta Ley simplemente añade un segundo párrafo, que dejó intacto el previamente existente al vigente artículo 44 del Código Civil. El texto agregado dice: «El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio conforme a las disposiciones de este Código. El matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos cuando ambos contrayentes sean del mismo o de diferente sexo.»

Esta Ley 13 de 2005, se publicó en el BOE el 2 de julio de ese año, tras varios meses de tramitación a causa del veto que en el Senado impuso la mayoría casi absoluta del Partido Popular que en esa cámara disponía. El veto del Senado no fue la única asechanza, en septiembre de ese mismo año 2005 cincuenta diputados del mismo partido presentaron recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional, aparte de la presentación anteriormente también de otros dos recursos de inconstitucionalidad a cargo de dos jueces, a iniciativa suya. En la obra se alude a los temores y la inquietud que causaron algunas de estas amenazas debido a los años transcurridos en la tramitación.

Pareciera que rememorando los rituales clásicos la obra incluye un momento cuasi penitencial, el rezo monódico de todos los riesgos y enfermedades posibles y por haber, quizás incluyen las que faltan por existir, riesgos y enfermedades en las que puede incurrir la criatura. Ese rezo viene a ser letanía expiatoria en ese marzo del todavía confinante 2021 en el que nos encontramos.

El meollo del drama en el escenario es la tolerancia y sumisión de los padres adoptantes (de buen grado) a todos los trámites burocráticos y la insoportable muy larga espera (naturalmente, cargada de preocupaciones, temores e interrogantes, discretamente dibujados o esbozados) que finalmente acaba en una explosión de alegría. En el relato se puede observar que el proceso duró alrededor de una década con el riesgo añadido de que los plazos legales obligaran a arruinar o impedir el proyecto.

El mundo de la adopción y del acogimiento ofrece un rico abanico de experiencias, en algunos casos de gran gozo y satisfacción como es de ley. Pero como se puede ver, cargado de interrogantes. Incluso en los casos de acogimiento familiar temporal (alguno de pocos meses) motivado por causas de fuerza mayor, puede ser y lo ha sido en muchas ocasiones muy satisfactorio para quién se ha hecho cargo, sin excluir los casos que ese gusto no ha sido posible. Es, pues, un campo en el que procede actuar con mucho respeto, muy prudentemente y cuidando bien el tino de todo lo que se hace y se va haciendo, sabiendo que tiempos y trabas de todo orden van a aparecer tal como ilustra el caso dramatizado. Por ello considero que ha sido y es de gran utilidad el esfuerzo realizado por Juli Disla y Jaume Pérez, autores y únicos actores de esta representación de poner un flash que permita visualizar lo que este proceso supone en cualquier supuesto, dramatizándolo. No hay muchos relatos públicos de procesos así desde el lado de los adoptantes. En este caso creo que lo han hecho de forma honesta y clara, y de este modo han prestado un servicio a muchos.