El mundo cambia con rapidez. Nuestras formas de comunicación también. Un empresario necesita de las nuevas redes sociales para vender. Un novelista las utiliza para difundir su obra. Un artista publicita su nuevo trabajo... La política no es ajena a esta realidad, y por ello los líderes fomentan y cuidan su presencia en las plataformas. Se debe reconocer que sin ellas uno está limitado en su proyección en cualquiera de las esferas de la vida.

El expresidente Francisco Camps anunciaba a comienzos de año que abría cuenta en Twitter. En unas horas lograba mil seguidores. Hoy apenas alcanza los tres mil, muy lejos de otros líderes. A Toni Cantó, emigrado ahora a Madrid, le siguen cuatrocientos mil; Mónica Oltra tiene doscientos mil; Ximo Puig, cien mil. Isabel Bonig queda lejos de todos ellos con veinte mil.

Me sorprendió que Camps, en su flamante incorporación a las redes sociales, propusiera que el puente de las Flores de València pasara a llevar el nombre de su admirada Rita Barberá, no por la iniciativa en sí, sino porque la lanzaba al mismo tiempo que mostraba su fidelidad a las siglas de un partido que la destruyó en sus últimos años de vida. Y es que Camps proclamaba también su disposición a ser candidato por el PP a la alcaldía de la ciudad.

Llaman la atención dos cosas. Por un lado, la inclinación que todavía mantiene el expresidente hacia la política, una actividad que, como bien sabe por experiencia, puede llegar a ser muy ingrata. Y por otra parte, la lealtad inquebrantable que demuestra hacia las siglas de su partido. Hace falta mucha capacidad para olvidar y también para perdonar.

Conviene recordar que fue Pablo Casado, actual presidente nacional del PP, quien, hace cuatro años, invitaba a la entonces senadora Barberá a «reflexionar», mostrándole la puerta de salida. Entonces, como vicesecretario nacional del PP y con apenas una docena de años de militancia, Casado finiquitaba políticamente a la mujer que había sido el gran referente del municipalismo de su partido por un caso de presunto blanqueo. Meses después, Isabel Bonig suscribió en las Corts Valencianes la reprobación de Rita Barberá, instándola a dejar su cargo de senadora.

No ha pasado tanto tiempo para olvidar. Quienes siguieron en su día a Camps hoy están con Bonig... y pendientes de un posible relevo procedente del mejor discípulo de la escuela zaplanista. Atrás, en esa memoria a la que Casado ha decidido renunciar, queda el millón doscientos mil votos de Camps y sus ciento cincuenta mil afiliados. Qué rápido cambian las cosas.