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Alfons Garcia

Demasiados ‘ojalás’

Pase lo que pase, la libertad es mucho más que lo que hemos visto durante estos quince días. Nos queda el futuro

Hay hechos que no sabes por qué se te pegan al cuerpo y no los puedes apartar de ti. Me pasa desde hace semanas con el asesinato de un repartidor de comida. Pasó así: Logroño, 6 de abril de 2021, al caer la noche, un repartidor de comida se toma un respiro en un parque, está apoyado en una valla, se acercan seis jóvenes, chicos y chicas (cuatro mayores de edad, dos menores), le piden un cigarro, dice que no, se pelean, le dan puñetazos y patadas en la cabeza y en el cuerpo, unos golpean, otros jalean, así hasta dejarlo inconsciente, en el suelo, moribundo. Se van. Unos pocos segundos después uno dice que vuelve. Le roban la cartera, el móvil, la bicicleta. También la chaqueta. Y le vuelven a golpear. Los agresores se van al poco, cuando llega el toque de queda, a sus casas (centros de tutelados en el caso de ellas). Cenan, hacen vida normal, duermen, nadie avisa a nadie. Nadie encuentra el cuerpo hasta la mañana siguiente. Aún está vivo. Muere poco después en el hospital, por los golpes y la hipotermia (quizá si no le hubieran quitado la cazadora...) Es un retrato crudo de estos tiempos. No es solo la violencia gratuita. Es la violencia normalizada. Es la ausencia de empatía. Como decía un fiscal, se pueden redactar grandes leyes y construir una democracia perfecta, pero lo fundamental para la convivencia son unos seres humanos justos. Y capaces de la compasión, añadiría.

La muerte de Issam Haddour enmarca un tiempo en que el odio se hace más presente. La política expresa su sociedad y su momento. «Váyase de este país». «Lacayos de Goebbels». «Fascistas», «nazis», «comunistas». «Rata». «Traidor». Demasiados adjetivos demasiado absolutos, después de los cuales no hay diálogo posible, solo sirven para golpear al otro. El presente se nos pudre entre insultos (de unos y otros) y amenazas de muerte y carteles y mensajes racistas que la extrema derecha jalea, aunque ahora quiera en las Corts vestirse de víctima.

Ojalá el 4 de mayo pase pronto. Ojalá se acaben las campañas de vídeos editados, de mensajes políticos publicitarios sin respuesta, de ausencia de contraposición de ideas que solo indica que fallan los proyectos y el pensamiento y solo quedan los ladridos, los bulos y el apartamiento de los otros. Ojalá no haya ‘otros’. Ojalá la sensatez recupere cancha social, porque la campaña ya la han ganado los radicales. Ojalá el odio se esconda. Ojalá dejen en paz las banderas. Ojalá no veamos más portadas de diarios señalando sin escrúpulos a los de fuera. Ojalá el hostigamiento a los líderes de la izquierda más radical desaparezca. Pero el presente obliga también a una perspectiva diferente sobre episodios del pasado cercano. Ojalá no vuelvan tampoco los escraches de la izquierda radical, que no están tan lejanos. Ni los actos de campaña del PP reventados a base de gritos y huevos por columnas de la izquierda extremista, que tampoco están tan lejos en el tiempo y el espacio. Ojalá nadie dude del de enfrente porque habla otra lengua. Ojalá nadie contraponga a Miguel Hernández con Enric Valor, dos personas que amaron su tierra, que era la misma. Ojalá Madrid deje de taparlo todo, porque está a punto de crecernos otro nacionalismo (o el de siempre, con otro rostro, más fresco y jovial). Ojalá exista política y vida más allá de una comunidad que es el centro geográfico y administrativo. Quizá si se hubiera empezado a centrifugar instituciones y a construir un modelo territorial más equilibrado… Ojalá el electorado ponga orden… Demasiados ojalás...

Demasiado futuro, porque el presente es hostil. El presente es el resultado del nuevo populismo, especialmente cuando lo practican quienes gobiernan, porque entonces no hay tapón ni freno posible. El presente es una derecha que se siente unida, aunque una parte cuestione valores fundamentales. Y una izquierda cuyos partidos se han acercado ante los de enfrente. Al final, esto va de bloques. Esto es lo que hay. Pero pase lo que pase, la libertad es mucho más que lo que hemos visto durante estos quince días. Nos queda el futuro. Y quedan tantos seres humanos justos, llenos de compasión.

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