El Día Mundial de la Libertad de Prensa que se celebra hoy, 3 de mayo, se ha convertido en una normalidad anormal. La normalidad de revindicar, como hacemos cada año desde la Unió de Periodistes Valencians, la libertad de expresión. Pero hemos asumido como normal tener que estar denunciando que en nuestro país el periodismo no se puede ejercer con libertad. ¿Cómo puede ser esto normal?

¿Cómo puede ser normal en una democracia tener que estar reclamando la derogación de una ley mordaza que sanciona a periodistas y fotoperiodistas por hacer su trabajo? ¿Cómo puede ser normal que cambien los gobiernos y la ley siga vigente?

El deterioro de la libertad de prensa y de las condiciones para el libre ejercicio del periodismo son también una realidad del día a día, más allá de las consecuencias nefastas de la ley mordaza. Nos estamos acostumbrando a los vetos a periodistas y medios por parte de partidos políticos, a las ruedas de prensa sin preguntas, al intento de cuestionar la existencia de los medios públicos, al señalamiento de profesionales de la información con el fin de ponerlos en la diana y silenciarlos...

Sin negar nuestra propia responsabilidad en el desprestigio de la profesión, asistimos al peligroso intento de minar la credibilidad de la ciudadanía en el periodismo. Ahora bien, sin periodismo lo que queda es mera propaganda. Sin periodismo no hay democracia.

Ya quedó demostrado durante la pandemia, cuando el periodismo pasó a ser considerado como una actividad esencial que, evidentemente, no podía cerrar. ¿Y qué pasó? Que paradójicamente periodistas y fotoperiodistas sufrieron -y continúan sufriendo- los límites a la libertad de información. Una vez más. Eso sí, ahora con la excusa de las medidas sanitarias.

Hemos vivido -y denunciado- la prohibición de acceso para periodistas y fotoperiodistas a todo tipo de actos con el argumento del aforo restringido que, sin embargo, no se aplicaba con el resto de asistentes. Se ha abusado de las coberturas informativas mediante la señal pool para informar desde un único punto de vista. Se ha querido alejar a los periodistas de los hechos y sus protagonistas poniéndolos ante una pantalla de televisión para seguir debates y comparecencias. Cuando la desescalada llegó a todo tipo de ámbitos, el periodismo aún seguía esperando la suya. Esto también es limitar la libertad de información. Y lo han hecho hasta las propias administraciones.

Que no se olvide que quienes estamos reclamando la libertad de información somos la profesión que salió a la calle en pleno confinamiento, cuando apenas existían medidas de protección y no se sabía cómo luchar contra la covid. La misma profesión esencial afectada por los ERTE y, más tarde, por los despidos. La profesión que sigue ahogada por la precariedad laboral y que hoy llora el asesinato de David Beriain y Roberto Fraile en Burkina Faso. Dos periodistas que murieron ejerciendo su profesión, mientras trataban de poner el foco donde nadie miraba. Para poner voz a esa realidad que otros quieren silenciar. Que no caigan en el olvido de la normalidad.