Adela Cortina, en su libro ‘¿Para qué sirve realmente la ética?’ (2013) señala que «ninguna sociedad puede funcionar si sus miembros no mantienen una actitud ética». Nuestros gobernantes y la clase política deberían ser los primeros en dar ejemplo; sin embargo, son muchos los casos que salpican las entrañas de los partidos políticos mayoritarios.

Los últimos sucesos destapados se suman a los archiconocidos casos ocurridos en la Comunitat Valenciana, entre ellos el caso Azud, un supuesto cobro de comisiones irregulares en el Ayuntamiento de València. Hay que recordar que este caso las primeras pesquisas se remontan a 2019. El exsubdelegado del Gobierno en la provincia de València junto al ex número dos de Rita Barberá y exvicealcalde de la capital, entre otros más, fueron detenidos por su presunta implicación en una trama de corrupción urbanística y cobro de mordidas a cambio de determinadas adjudicaciones inmobiliarias.

Según Cortina, siguiendo su libro, «aquellos que cuentan con asesores de buen nivel calculan cuánto se gana con la trampa y cuánto costaría la posible multa y toman la opción que consideran más rentable. No la más legal, sino la más rentable». Cuánta razón tiene la catedrática de Ética. Para estos presuntos implicados, la mejor opción ha sido llenarse sus bolsillos, dejando de lado las obligaciones que tienen con la ciudadanía y con sus partidos. No me extraña que los índices de credibilidad de los partidos políticos y de las instituciones bajen; porque no cumplen con sus compromisos: trabajar y gobernar con honradez y transparencia, con una actitud ética por encima de los interés personales y partidistas.

Como nos recuerda Cortina, «este hacer sin responsabilidades, sin mirar a quién se daña, no es libertad». La libertad mal entendida y manipuladora convive perfectamente con la mentira. En ese sentido quiero recordar a Noam Chomsky en sus ‘Diez estrategias de manipulación’: la número 6 trata de utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Una manipulación de las emociones, por parte de personas que van contra el principio básico de la ética moderna, «que prescribe no instrumentalizar a las personas y sí empoderarlas para que lleven adelante sus vidas de forma autónoma», explicaba Cortina en 2010 en una conferencia sobre las raíces éticas de la democracia. Quiero recordar una vez más que los presuntos implicados en el caso Azud, han ostentado cargos públicos y políticos importantes en la capital del Turia.

Por su parte, Victoria Camps escribía en su libro ‘Virtudes públicas’ (2019) que «algo hay que hacer para frenar el impulso hedonista a pensar solo en uno mismo y atender únicamente a los intereses más próximos». Porque «la democracia debería ser la búsqueda y la satisfacción de necesidades e interés comunes, para lo cual conviene, además de definirlos y nombrarlos y de establecer prioridades, construir un clima de colaboración y cooperación». Es lo que ella llama «virtudes púbicas».

Por último, y en palabras de nuevo de Adela Cortina: «Ningún país puede salir de la crisis si las conductas inmorales de sus ciudadanos y políticos siguen proliferando con toda impunidad». Hágase, pues, justicia y cuanto antes, mejor.