Desde que ‘la crispación que habitó entre nosotros’, Pablo Iglesias, decidió dejar la política, parece que hay más paz y sosiego. Pero no, no nos engañemos. Ya avisó Gabriel Rufián que ahí siguen ellos para suplir esa baja, cuando se lamentó la semana pasada en el Congreso de que los de Junts per Catalunya le estaban llamando traidor pese a las «salvajes» intervenciones que él hacía. Es una pena ser un incomprendido. Ahora, el Gobierno bien avenido que creía tener nuestro presidente puede revolverse y empezar a rememorar momentos tan incómodos como los vividos anteriormente con los independentistas catalanes. Y, mientras tanto, la oposición tampoco entra en el camino de aportar ideas. Se reserva para crispar también, cuando pueda. Parece no importarles nada de lo sucedido durante la pandemia. Las contradicciones gubernamentales, que se producen de un día para otro, y las réplicas de la oposición dan la sensación de que están permanentemente en campaña electoral.

Vivimos como en la película ‘El sexto sentido’: una constante incertidumbre y momentos de terror sin poder prever a dónde nos llevarán. En este contexto, aunque con más sosiego que hace unas semanas, se sigue apreciando que hay ministerios y misterios. La ministra Isabel Celaá ha anticipado las expectativas de su ministerio acerca del modo en que se pretende abordar el curso próximo, con menos restricciones. Se contemplan recomendaciones sanitarias para acercarnos lo más posible a la tan ansiada normalidad social. Junto a esas voces, también sonó que el ‘Misterio de Universidades’ piensa lo mismo, pero dirá qué hacer en agosto, es decir, intentar volver más aún a una mayor normalidad que la vivida este curso. Hecho que ha sido posible gracias al esfuerzo del profesorado, personal de administración y servicios (PAS), alumnado y todo ello junto a directivos (rectorados y decanatos) y sindicatos.

Dicho ‘misterio’ no se ha pronunciado acerca de algo obvio: si se quiere más normalidad en la vida universitaria es necesario reconocer que profesorado, PAS y alumnado también son personal de riesgo. El profesorado universitario aplaudió cuando se identificó al profesorado preuniversitario como personal esencial y, por ello, tuvo una cierta prioridad para ser vacunado. En la universidad, pese a los esfuerzos de todos reclamando que se dé prioridad a profesorado, PAS y algunos colectivos de alumnado que están en especial situación de riesgo (por ejemplo, en la UV, los de Odontología), la sensibilidad política ha brillado por su ausencia. Creemos que si se identificó al personal preuniversitario como esencial sería porque no se podía dejar a los niños en casa y romper el devenir normal de la vida socioeconómica, pero también tenemos la confianza de que Ministerio de Educación y consejerías autonómicas se implicaron en esa decisión. En nuestro caso, será porque el personal de la universidad está envejecido y nos está llegando la vacuna a algunos por edad, pero la verdad es que el ‘Misterio de Universidades’ poco ha dicho y hecho al respecto.

La otra cuestión que inquieta es que en esta situación se pretenda realizar un cambio de ley sin atender a que el debate universitario debe ser la base de consenso necesaria para que se proponga una legislación que aspire a permanecer unos años. Será porque los universitarios tenemos la mala costumbre de preferir opinar, antes que estar callados sufriendo lo que nos echen encima. Al menos, habrá que encontrar el modo para que los debates se puedan llevar a cabo en todas las universidades de forma que los cambios de ley también emanen desde ellas.

Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, ha enumerado recientemente diversos aspectos sobre los que trabajar de forma consensuada para afrontar la recuperación económica. Uno de ellos es la educación. Y, por la parte que nos concierne en la universidad, lo cierto es que estamos alejados de poder llegar a un consenso: ni la situación sanitaria facilita el debate (aunque ya vivimos normalmente nuestra vida virtual y podría realizarse ‘on line’), ni parece que se tenga especial interés desde Universidades en que se produzca ese consenso.

La verdad es que el Gobierno y la oposición nos lo ponen difícil porque entre los ministerios que, de manera errática difunden propuestas que proponen un día para retirarlas al siguiente, y los ‘Misterios de Universidades, Igualdad, Consumo o Derechos Sociales’, que se sabe que existen porque así aparece escrito en el presupuesto y en la estructura organizativa del Gobierno de España, estamos viviendo una situación neurotizante: la decepción se alterna con el enfado y, en otras ocasiones, la frustración con el deseo de ignorar todo y no querer ni escuchar las noticias. Así, va pasando un tiempo en el que se ha podido retratar buena parte de nuestros políticos. Y los que no han hablado, sabemos que existen porque aplauden a rabiar a sus líderes, digan lo que digan. En cualquier caso, a veces, ¡hasta se oyen voces!.