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Parientes de libro

¿Qué libro tienen en la mesilla de noche? Saberlo sería, eso creo, una buena forma de acercarnos. De conocernos.

Parientes de libro

Muchos escritores coinciden en afirmar que casi todo lo que se escribe viene del territorio de la infancia. Alguno más osado (o más sincero), se atreve a prescindir del "casi" y asegura, rotundo, que los árboles del bosque por el que transitan sus escritos se plantaron, todos, en el paisaje de su infancia. Que la escritura se alimenta de recuerdos, porque todos los recuerdos esperan ser escritos. 

Supongo que es por eso por lo que ahora, cuando me dispongo a abordar un asunto de libros, asoma de repente -como asoma de repente el muñeco al activar el resorte de la caja sorpresa- el recuerdo de aquel programa de televisión, 'Tengo un libro en las manos', ideado y presentado por don Luis de Sosa, un catedrático tan serio y circunspecto como el blanco y negro de la época, hacia finales de los cincuenta y primeros años sesenta del siglo ya pasado. Fue, creo, el primer programa cultural de la televisión en España.Lo recuerdo de manera muy vívida: con un libro en las manos el profesor disertaba del autor y de la trama, para ofrecer, de seguido, una dramatización de sus mejores pasajes. Abrió, hay que reconocerlo -ese fue mi caso, al menos-, muchas ventanas en el ambiente irrespirable de aquellos días y me acercó a algunos libros a los que no hubiera llegado sin su guía.

Lo que hago ahora es acercarme a mi mesa de trabajo, no con un libro en las manos sino con un montón de ellos llevados a pulso sobre los dos brazos, para soltarlos allí y organizarlos en escaparate junto al ordenador en el que escribo. Un altar de libros. Una fiesta.Y es que hoy quiero celebrar con ustedes algo que parecía increíble hasta hace poco: el notable aumento de lectores, de horas dedicadas a la lectura y, en consecuencia, de la venta de libros en el último año. Un récord histórico: más de la mitad de los españoles compraron un libro, al menos, a lo largo del 2020. Doy por hecho que además de comprarlo también lo leyeron, por supuesto. Y de inmediato, fruto de mi curiosidad innata, surge, lógica, la pregunta: ¿Cuál? No me refiero a cuál ha sido el libro más comprado, sino a qué libro en concreto ha leído el camarero que me acerca el café sin azúcar, la enfermera que me aplica la tirita después del pinchazo o la señora que en plena calle me habla, orgullosa, de los progresos de su nieta en las clases de teatro, y que sueña con aplaudirnos algún día a la nieta y a mi, juntos, en un escenario. ¿Qué libro tienen en la mesilla de noche? Saberlo sería, eso creo, una buena forma de acercarnos. De conocernos. De hacer piña. Bonita sorpresa (o no)descubrir que somos de la misma familia libresca.Que somos, mira tú por donde, parientes por parte de libro.

¿Se imaginan poder presentar tu libro favorito, con la huella dactilar mil veces repetida en cada página, como DNI, como pasaporte, como certificado de vacunación, incluso? Vayan pensando en el suyo, que yo me pongo a hacer lo mismo con el mío.

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