Recientemente vi a un amigo, inspector de Sanidad. Por motivos de la pandemia, llevábamos tiempo sin coincidir. Nos alegramos mucho al volvernos a encontrar. Lo primero que me dijo fue: qué bien lo habéis hecho en las escuelas. En sus visitas a centros educativos para inspeccionar las cocinas le llamó la atención el grado de cumplimiento de las medidas higiénico-sanitarias por parte del alumnado. Me reconfortó escuchar a alguien ajeno a nuestra profesión que valorara el trabajo realizado. El enorme esfuerzo efectuado por el personal docente y no docente de los centros educativos y el cumplimiento de las normas por parte de nuestros alumnos ha posibilitado el éxito español de haber mantenido, durante todo el curso escolar, los centros educativos abiertos. La enseñanza en línea debería ser una realidad posible, pero, en ningún caso, puede sustituir a la presencialidad.

España es uno de los Estados de la OCDE que menos clases presenciales ha perdido durante el curso 2020-21. En países de nuestro entorno, en algún momento de la pandemia, se han tenido que cerrar los centros educativos. En Francia durante el mes de abril se clausuraron las escuelas. En Alemania, después de las vacaciones de Navidad, muchos escolares tuvieron que estudiar desde casa. En Portugal se suspendieron las clases en enero. En EE UU ha habido zonas en las que se ha vuelto al colegio un año después. ¿Cuáles han sido las causas del milagro español? Probablemente, el cumplimiento estricto de los protocolos sanitarios, los confinamientos parciales de clases cuando se detectaban positivos en grupos burbuja, la ventilación de las aulas y la vacunación de los docentes han permitido mantener los centros educativos abiertos. El empeño de las autoridades en asegurar la docencia presencial ha sido también clave. Otro factor que entiendo que ha favorecido este milagro es el hecho de que los ambientes educativos se caractericen por la responsabilidad y el sentido común, aspectos que en otros ámbitos lamentablemente escasean.

Desde julio de 2020 el trabajo coordinado de la Conselleria d’Educació y la Conselleria de Sanitat, junto con los centros educativos, fue muy estrecho. La figura del responsable covid en cada escuela ha sido clave. Al iniciar el curso, muchos vaticinaban que las clases presenciales se suspenderían pronto. Los profesores y los alumnos hemos aguantado carros y carretas, conviviendo con el miedo, con el frío y con noticias diarias que nos desanimaban, pero compensando todo ello con entusiasmo. Hemos impartido docencia, comprobando, en ocasiones, que el virus nos pasaba muy cerca. Diariamente, mi compañero y amigo Vicente Verdú me decía al finalizar la jornada laboral: «Ja tenim un dia més». Me motivaba y me animaba para afrontar la siguiente jornada, y así los 185 días lectivos. Hemos trabajado en constante tensión y alerta velando para que las normas covid se cumplieran a rajatabla; el rol de los docentes ha sido clave en un momento de emergencia como este. Hemos podido concluir con éxito un curso escolar que ha sido especialmente estresante para todos.

Podemos estar orgullosos de que el alumnado se haya encontrado muy seguro en la escuela. Debemos valorar positivamente que, en la situación más extraña que hemos vivido en nuestras vidas, hemos podido seguir enseñando, transmitiendo conocimientos, valores y ganas de superar la pandemia. En este tiempo han aflorado las fortalezas y debilidades del sistema educativo, pero algo ha quedado clarísimo: la profesionalidad ha convertido institutos, colegios y escuelas en lugares seguros y en ejemplos a imitar por el resto de la sociedad.