Desde hace algo más de un año, en València ha surgido la tendencia de pintar las fachadas de los edificios de color gris. Ignoro de dónde ha nacido, pero supone un falseamiento absoluto de los colores del Mediterráneo, anaranjados, ocres, tierra, amarillos... que, además, otorgan colorido a nuestras calles y las embellecen, proporcionando calidad de vida a los ciudadanos. Especialmente por el centro histórico y l’Eixample.

El color gris que se está imponiendo en muchísimas rehabilitaciones de edificios, de tan dudoso gusto, empobrece el cromatismo tradicional y hacen nuestras calles más tristes, menos alegres y vivas. La belleza de la ciudad se está viendo mermada, con perjuicio para sus habitantes y también para el sector turístico, creando una ciudad mucho más gris (claramente) y mucho menos atractiva. Dudo mucho que a un turista le guste pasear por una calle pintada de gris.

De alguna manera, se debería detener este deterioro visual de nuestra ciudad, que a todos nos está perjudicando, de una forma u otra.