Más de un lector recordará que periódicamente se hacen reformas de la ley general de educación y que en tales circunstancias se habla de la materia de filosofía porque en cada reforma tiende a desaparecer o a disminuir su presencia. En realidad, cuando se opera de este modo es porque se entiende que el sistema social no precisa o necesita de esa materia como cuando debió hacer frente al marxismo y al fascismo; en realidad, cabe inducir filosofemas fundamentales sin requerir de la materia de filosofía. Creo que, en el fondo, en cada uno de estos procesos de reforma se regenera una reflexión que plasmó con toda plasticidad Platón al ponerla en boca de Calicles: «La filosofía tiene su encanto si se toma moderadamente en la juventud; pero si se insiste en ella más de lo conveniente es la perdición de los hombres; está muy bien ocuparse de la filosofía en la medida en que sirve para la educación, y no es desdoro filosofar mientras se es joven; pero, si cuando uno es ya hombre de edad aún filosofa, el hecho resulta ridículo».

La filosofía siempre es necesaria, pero para algunos no conviene prolongar ni acentuar la presencia académica de la misma porque esta materia lleva a constatar cómo se nos inducen algunos supuestos que son fundamentales en la organización social y que, por supuesto, podrían ser negados. Vayamos a un ejemplo. Si algo se ha demostrado es que hasta se pretendió retrasmitir por internet la guerra de Irak desde el tanque que abría la columna de blindados; así se vendió a la sociedad. Lo que se oculta en el fondo de esa pretensión y forma de proceder (retrasmisiones en tiempo real de los acontecimientos) y de otras que me ahorro nombrar es que en esta sociedad de la imagen, de cadenas a la carta, «la obsesión con la visualidad significa ante todo la obsesión con una cierta comprensión de la viusualidad, esto es, que ésta expone la verdad». También cabe evocar el ‘ver para creer’. Esta forma de inducir una tesis clave desde el día a día de las salas de estar de nuestra casas solo puede contar con una isla desde la que lanzar la campaña de análisis y crítica de esta tesis: esa isla no es otra que la filosofía de Platón y, por ejemplo, el Libro VII de ‘La República’ que todos los cursos se analiza en las aulas.

No puedo terminar sin llamar la atención sobre algo que es tan escandaloso como vergonzante. Durante días se nos ha llevado de la mano del cámara a una u otra cola del hambre, se han realizado falsas preguntas (en la pregunta estaba implícita la respuesta) a quienes aguardaban el reparto o a quienes organizaban los lotes de comida. Y todo eso, de un día para otro, ha desaparecido. Para que nuestra sociedad sea una Arcadia en la que la felicidad rebose por los cuatro costados ya solo hace falta que el CIS pase a administrar la Encuesta de Población Activa.

Podemos considerar que esto es una simple casualidad, pero no cabe esa reflexión. Por el contrario, esa asusencia de presencia, ese corte y silenciación de la necesidad supone una línea editorial porque, en el fondo, todos operamos bajo un convencimiento que la filosofía ha denunciado y barrido: la comprensión de la visualidad como equivalente a la verdad. ¡Es preciso retomar con fuerza e ilusión la clase de filosofía dentro de unos meses! Mucho habría que hablar sobre el cómo de la misma. Es indudable que las preguntas cuya urgencia e incidencia es mayor deben venir dadas desde el análisis que el profesor hace de nuestros días.