Vamos a ver si lo hemos entendido, señor presidente. En la comparecencia para informar acerca de los relevos en el Gobierno, llevó a cabo una explicación acerca de las bondades de la nueva composición, indicando que con estos cambios pretende gestionar mejor la competitividad. También subrayó la presencia de más mujeres en el Ejecutivo. Pero delante de todas y cada una de las características expuestas destacó como primera condición, que ha rejuvenecido su composición, subrayando incluso el descenso de la edad medida de la nueva alineación ministerial.

Enfatizar que los cambios que se producen en el Consejo de Ministros tienen que ver con la edad resulta como poco sorprendente, ya que, en teoría, no debería sumar y tampoco restar capacidad, valía o mérito en la tarea de gestionar el interés general de los ciudadanos. Resulta difícil de entender lo que pretende trasmitir esa parte del discurso, puede tratarse de un lapsus sin importancia, pero también se puede entender como una forma de menospreciar la experiencia y situar el mensaje cercano a determinados patrones que atribuyen las bondades de la juventud por encima de otro tipo de valores.

Con el convencimiento de que las afirmaciones realizadas están exentas de cualquier intencionalidad denigratoria, sería conveniente aclarar algo que puede suscitar dudas o incluso generar corrientes de opinión no deseables. Algunos países avanzados ya han legislado en este sentido, considerando como delito cualquier forma de influencia social que tenga por finalidad la discriminación por razón de edad.