Existen personas que no conocemos y que por la magia de la fama las convertimos en parte de nuestra vida; es el caso de Rafaela Carrá. La tarde que recibí la noticia de su fallecimiento reconozco que sentí una tristeza especial. La italiana fue una artista polifacética que trascendió fronteras y fue adorada por diferentes generaciones. En tono cariñoso, recuerdo que mi madre, cuando la veía en televisión, la calificaba como una “locática”. Raffaella María Roberta Pelloni se convirtió en un huracán rubio durante la España de la Transición. Empezó su carrera en los años 70. En Italia sufrió los rigores de la censura por llevar un escote, por enseñar el ombligo y por sus bailes sexis.

En 1977, año mítico para los de mi generación, Rafaela Carrá lanzó Fiesta, su LP más conocido. Con energía positiva la artista italiana nos trasladaba buen rollo cada vez que sonaba su disco. Eran los tiempos en los que Adolfo Suárez se empeñaba en construir un país nuevo a pesar de muchas dificultades. Los españoles habían podido votar democráticamente después de años oscuros y se respiraba optimismo por salir adelante. Mario Kempes eclosionaba en el fútbol español de la mano del Valencia CF. La película Fiebre del sábado noche impactaba a nivel mundial y los Bee Gees con Night Fever se coronaban como los reyes de la música disco.

Rafaela Carrá fue una artista comprometida con muchísima energía optimista. Para ella la sensualidad no estaba reñida con la inteligencia. En entrevistas y programas televisivos defendió siempre el papel de las mujeres que, según la diva boloñesa, tenían una fuerza y una energía especial. Se quejaba de que muchas de ellas, realizando el mismo trabajo que los hombres, cobraban menos. Advertía que la libertad de la mujer debía ser positiva, con una sonrisa, sin agredir al hombre. Afirmaba que quien tuviera sentido del humor y seriedad no envejecería nunca. Consideraba que Hollywood no era para ella porque ni bebía ni se drogaba. Se sentía orgullosa de que sus sencillas canciones enarbolaran la bandera de la libertad sexual. Criticaba el mal uso de las redes sociales y el abuso del móvil. Hacía hincapié en tener un planeta limpio. Pensaba que alemanes, franceses, italianos y españoles debían estar muy unidos. Como estrella mediática de la televisión entrevistó a la Madre Teresa de Calcuta. Recientemente reconocía que cuando acabara la pandemia quería venir a España, país del que siempre se sintió enamorada.

Las letras de sus canciones, las coreografías y su ritmo levantaban el ánimo. Quiso cantar bailando y para ello confesaba que necesitaba llevar poca ropa. ¿Quién no se ha puesto a bailar escuchando sus canciones? ¿Quién no ha esperado que una fiesta cambiara su vida? Ella nos enseñó que en el amor todo es empezar. La rubia italiana quiso aprovechar todo el tiempo por si acaso se acababa el mundo. Siempre fue buscando su libertad, y se dio cuenta que donde no había odio ni guerra el amor se convertía en rey. Reconocía cantando que el amor es amigo de la locura, pero para mí que ya estoy loca es lo único que me cura. Ahora que Raffaella se ha marchado para siempre al sur, es el momento de recordar que cuando tengas tristeza en el alma, cuando veas que todo acabó, abrirás sin querer la ventana, una mañana inundada de sol. Y verás cómo pasa la banda, y verás a la banda pasar. Sentirás que tus penas se acaban porque la banda las hace olvidar. Adiós amiga, goodbye my friend. Ciao, ciao amiga, arrivederci, auf wiedersehen.