Como muchas/os lectoras/es sabrán, o quizás no, porque ya bastante tienen con sus vidas inciertas y cada vez más precarizadas, desde hace días las/los profesionales de las Artes Escénicas Valencianas estamos furiosas/os debido a la publicación de la Resolución Provisional de Ayudas del Institut Valencià de Cultura. Una furia encendida por una resolución llena de incongruencias que impide la entrada de nuevos creadores, deja fuera a numerosos proyectos cuya continuidad artística está íntimamente relacionada con este financiamiento anual, e incluso descarta a investigadores de reconocida trayectoria; una resolución llena de errores en las puntuaciones e incluso desestimaciones injustificadas, fruto de unos tiempos acelerados para que las comisiones valoren los trabajos y de un personal de ayudas desbordado, como los mismos responsables del IVC han reconocido a las asociaciones de artes escénicas.

Pero esta furia es mucho más que un calentón puntual, porque realmente cataliza toda una frustración y desencanto cocidos a fuego lento en 5 largos años de trabajar creyendo en la posibilidad de un cambio profundo del modelo cultural. Porque no nos equivoquemos, esta resolución no es más que el resultado de unos criterios muy concretos que responden a un modelo cultural obsoleto y continuista que seguramente fue útil en los años 80, pero que ahora ha derivado en una proyección mercantil y de competencia feroz muy alejada, por otra parte, de una sociedad que cada vez encuentra en la cultura más un espacio de encuentro y menos un producto a consumir.

Y la nuestra es una frustración desconcertada, porque creíamos que con este gobierno la cultura escénica valenciana tenía la posibilidad de ser diversa, horizontal y crítica, porque confiábamos en que, si las profesionales nos mirábamos en el espejo de nuestra diferencia y éramos capaces de encontrar puntos comunes en el respeto a nuestras particularidades, también nuestras instituciones lo harían. Pero no ha sido así, por contra, nos encontramos con nuevas bases reguladoras fundamentadas en viejos conceptos neoliberales, licitaciones para privatizar festivales públicos y sobre todo una retórica de la excelencia que se traduce, días antes de la publicación de la resolución, en unas declaraciones del director del IVC donde trata de dividirnos con un discurso elitista y falaz donde anuncia el depurado de todas aquellas que no han demostrado, quien sabe cómo, su excelente trayectoria. ¿Es que nos hemos vuelto locas/os o esto es un carnaval donde la izquierda viste los hábitos de la derecha? Porque yo me he perdido.

Por eso el jueves nos reunimos en una plaza más de 80 creadoras de Artes Escénicas valencianas, en una Asamblea Abierta convocada a través de redes sociales. Y allí en Plaza Viriato, en la puerta del IVC, la institución, la casa que debería albergarnos, le pusimos cuerpo y palabra a la frustración para tratar de convertir la furia en acción colectiva, en reflexión común; para recobrar la confianza en que existen otras políticas culturales más empáticas, menos elitistas y más democráticas que esa que divide al mundo en excelentes y todas/os los demás. Y es que la retórica de la excelencia no sólo es peligrosa por su construcción de un mundo donde solo unas/os pocas/os son las/os elegidas/os para vivir en la cima, mientras se relega al resto a la frustración y a una carrera agónica por el éxito, sino que en nuestro medio está sirviendo de falaz herramienta para perpetuar criterios neoliberales en la medida en que los excelentes, y por tanto los merecedores del sostén de la administración, son aquellos que más venden en los circuitos comerciales, unos excelentes que seguro se sienten más que inquietos y disconformes con esta etiqueta que les aboca a defender un territorio de éxito especular que cualquier otro excelente les puede robar en cualquier momento. Porque, no nos dejemos enredar, la división entre excelencia y mundo mediocre, existe más en los discursos que en el sentir de un tejido profesional valenciano, que más o menos establecido según el momento vital, es consciente de que nuestro trabajo tiene mucho menos de laureles y mucho más de picar piedra para construir, día a día, una cultura que nos haga un poquito más humanas/os, un poquito más libres.

Así que más allá de la petición de dimisión del actual director general del IVC, que cursamos 63 personas desde la plaza hasta el registro de entrada, petición que puede o no extenderse como la pólvora, que puede o no cristalizar en un cambio de interlocutor que nos escuche sin esos prejuicios obsoletos que destruyen el potencial comunitario y transformador del arte ; que puede derivar o no en un acceso más democrático a los recursos, en una des-precarización de un tejido profesional acostumbrado a auto-explotarse porque no sabe vivir sin lo que hace, más allá de esa gesto de guillotina simbólica, lo que pasó ayer en la plaza al grito de «No somos excelentes» o incluso «Somos tan excelentes que hacemos proyectos maravillosos con 2000€», fue el inicio de una toma de posición colectiva, no mediada aunque cómplice con el trabajo de las asociaciones de profesionales, capaz de convertir la frustración en cuerpo colectivo y acción transformadora para un cambio de modelo. Y eso sí, lo que ocurrió fue excelente.

*Anna Albaladejo es actriz, creadora e investigadora de Artes Vivas