Los recuerdos de este querido pueblo, del que he recibido y he aprendido tanto, hacen que lo sienta un poco mío. Los recuerdos se dispersan. Miro los programas sobre mi mesa de todos los años pasados… No puedo olvidar la figura de Salvador Seguí, creador e impulsor y que tanto se entregó a este festival. Pero no hay lugar para la nostalgia: la nostalgia, a veces, anula, paraliza, y la Semana Internacional de Música de Cámara siempre ha traspasado barreras.

Me ha llegado el impresionante programa de este año. El alcalde, con unas bonitas y sencillas palabras, que por mi parte agradezco, ha detallado claramente el significado de estos 40 años pasados, retomando la actualidad. Conozco el esfuerzo y el conocimiento que conlleva, pero nuestro alcalde de Montserrat hace frente y negocia incluso con la pandemia par no dejar morir este bello Festival. Él conoce muy bien lo que la música significa. Como dijo Dirck Clark: «la música es la banda sonora de la vida».

Recuerdo una frase de Nietzsche: «Sin música la vida sería un error», y en Montserrat la música es vida y es verdad. En esa plaza de la Iglesia se establece una unión cómplice. Existe una entrañable paz en el ambiente. Quizá en esa noche donde la armonía es un todo, se cuestione si sería saludable que los mandatarios del mundo en sus reuniones o los parlamentarios en las Cortes escucharan música, en lugar de palabras desafinadas y chirriantes que solo llevan a la confrontación y paralización desatinada de los pueblos. ¿Es quizá por eso que la vida está siendo un error? La música es una forma de resistencia, como la poesía, frente a la frivolidad de un mundo mecanizado y consumista. El ministro de Finanzas francés habla de la necesidad de la lectura, la música es la lectura del espíritu.

En Montserrat la música crea un mágico silencio que acalla las palabras sin sentido y establece conexión entre el mundo del espíritu y el de los pensamientos perdidos. El ritmo y la armonía se pasean hasta lo más profundo del ser. Pienso que es por el camino de la sensibilidad que intuimos la necesidad del conocimiento profundo. La música lleva, quizá, a la contemplación interior, al encuentro con la presencia de lo más íntimo de la persona.

Cuando el Universo empezó a existir, la música creó la luz. ¡Estoy segura!

El libreto de la programación del festival de este año tiene un bello dibujo romántico y quizá también simbólico, con un programa atrayente que tienta a decir empecinadamente: ¡Quiero ir a todos los conciertos! En las noches de la Música de Cámara de Montserrat se logra conjugar un magnífico verbo: compartir.

Al expresarse, la música se hizo objetiva y cada vez tiende más a serlo. Es el arte más independiente del mundo exterior, no está sometida a reglas visuales. Los oyentes están invitados a imaginar un estado moral objetivo, la alegría, el dolor o simplemente la ensoñación. Lo bello de la música subjetiva es que en algún momento es la expresión de la vida, que mediante la profundas e ingeniosas combinación de sonidos logra el encantamiento.

Fijo que la luna será la principal espectadora como el alcalde promete y el crepúsculo del tiempo se habrá detenido.