Jesús Cintora, al que le ha bajado la persiana la máxima del ente según la cual no es posible que contenidos informativos se externalicen, ideó el programita de despedida cuyo único objetivo fue alcanzar el máximo share de incomodidad para los rectores de la cadena. Primero sacudieron al emérito, preguntándose todo quisque cómo es posible que el Gobierno consintiera que pusiese pies en polvorosa y que se tire cerca de un año tan ricamente donde está sin que nada se sepa de su existencia. Tras regodearse en la anomalía institucional, el conductor invitó a la ristra de colaboradores a que se despidiera haciéndole de paso un homenaje que él mismo remató con el ritual de que se ha dejado la piel dentro de lo que la madre ha descrito como «una cacería» contra su niño. ¡Qué hombre! Enternecedor es poco.

  Coincidiendo con tan irreparable pérdida, la nueva quinta del galán de Moncloa empieza a dar sus primeros pasos y los ojos están puestos, cómo no, en quien ha recibido el instrumental del spin doctor que orquestaba la propaganda. No obstante, el ministro de la Presidencia se supone que intentará un procedimiento algo más jondo. Félix Bolaños tiene por misión deshacer nudos. Hizo un máster en el valle con la familia Franco y ahora le quedan los herederos que, a cada paso, se multiplican. Ha iniciado contactos con portavoces de la oposición para abordar los asuntos incrustrados entre ceja y ceja empezando, claro está, por la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Ha trascendido, eso sí, que Espinosa de los Monteros ni siquiera descolgó el teléfono. Como se descuide, un día marca uno de esos números y se lo coge Iván Redondo. 

  En esas estamos cuando por aquí se ha ampliado la horquilla del toque de queda y ha vuelto a reducirse el acceso a determinados aforos, a lo que el sector turístico ha respondido con acritud señalando que las medidas «han hundido el verano».

  Son, ya ven, algunos fogonazos de las últimas horas. Y qué quieren que les diga. El espíritu olímpico, que está que se sale.