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Martí

Valencianeando

Joan Carles Martí

Del Saler al Túria

El libro de Carles Dolç es honesto con la historia de los movimientos ciudadanos antes de la posmodernidad

El Hollywood de Europa o la California del Mediterráneo. Cada vez que lo escuchó me viene a la cabeza Tarantino, más concretamente el personaje de Winston Lobo en Pulp Fiction, la película considerada una de las máximas representantes del cine posmoderno. Como el relato importa más que la realidad en la política posmoderna, en esas estamos, lo importante es el titular. El día que alguien hiciera o hiciese un seguimiento de los anuncios incumplidos ganaría toda la credibilidad. Lo mío es la poesía, que detecta a los embusteros. Carles Dolç comparte con Tarantino la arquitectura de la verdad aunque parezca salvaje, y por eso se ha marcado una crónica imprescindible de la València que despertó de la dictadura a través de las reivindicaciones vecinales, como aquella de ‘El Saler per al Poble’ que impidió la urbanización del paraje cuando el franquismo agonizaba, pero resultaba más peligroso. El subidón fue tan celebrado que la riada ciudadana también se cargó el proyecto de asfaltar el viejo cauce del río para construir una autovía urbana. Hay que leer Del Saler al Túria (Pruna/IAM) de Carles Dolç desde la autoestima pero sin bajar la guardia. Porque el ímpetu de aquellas primeras demandas sociales por una ciudad sostenible derivaron en grupúsculos cuando los mejores activos del asociacionismo vecinal se integraron en las incipientes instituciones democráticas.

Degeneración.

Por fortuna nadie puede imaginar el marjal litoral atestado de rascacielos tapando el atardecer de L’Albufera, ni el Jardí del Túria repleto de coches en una especie de escaletrix de urbe asiática. Sin embargo muchos de los hijos ideológicos de aquellos insostenibles proyectos se sientan en el hemiciclo consistorial. Ese es el mensaje de Dolç para no bajar la guardia, pero al mismo tiempo hay que actualizar las mediaciones de los vecinos con el ayuntamiento. El respetable movimiento asociativo está tan anquilosado que ‘quatre gats’ con influencia y manejo virtual te montan un Amics o Salvem a la que te descuidas y dejan a la AAVV de turno fuera de juego. Los vecinos saben movilizarse ante problemas coyunturales sin necesidad de acudir a sus supuestos representantes ni a las inoperativas Juntas de Distrito. La base dista mucho de aquella que hace casi cincuenta años se enfrentó al franquismo, pero la altura (el gobierno municipal) debería dejar de dar credenciales de representación a lobbistas vestidos de nostálgicos, por mucho que le pongan al alcalde Ribó. Porque sin irse tan lejos en el tiempo, he visto como detrás de la supuesta defensa de una barraca insalubre se escondían propietarios de bancales para subir el precio de expropiación ministerial. La convocatoria de una paella colectiva siempre tendrá éxito de audiencia, pero entre la fiesta y la verdad también hay unos cuántos libros. El de Carles Dolç es honesto con la historia de los movimientos ciudadanos de València, y justo con las ideas que representaron. Pero ni él, ni muchos de sus lectores tenemos la culpa de la degradación a la que asistimos ahora con eso de los presupuestos participativos.

Los conciertos son seguros

En medio de la persistente quinta ola del coronavirus, y las que quedan, se han celebrado los Concerts de Vivers, un ciclo de dieciséis actuaciones de primer nivel. Conciertos para todos los gustos con un denominador común, el exquisito comportamiento del público, que ha demostrado que la música en vivo, igual que el resto de artes escénicas, es la mejor vacuna contra la irresponsabilidad individual de algunos. El concepto de ‘cultura segura’ se adoptó con la primera desescalada como muestra de compromiso artístico con el entorno, pero además de marketing de parte, es cierto que los espacios públicos y privados, cerrados o abiertos, que han acogido espectáculos no han registrado brotes pandémicos. Lo que demuestra una vez más, que la promoción cultural debe ser una de las prioridades para recuperar la cohesión social tras la crisis sanitaria y económica.

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