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Va de bo

Alberto Soldado

Tiempo de silencio y de lágrimas

Tiempo de silencio y de lágrimas

Sonreía a Tonín Rovellet en las puertas de su casa hace unos días. Se dejaba fotografiar con el maestro que admiraba y todos sentíamos una alegre emoción que inundaba el último rincón de nuestras venas , de nuestra alma. Pocos sabíamos que, probablemente, era la foto de la última sonrisa de Paco. Cuando se le diagnosticó se atrevió a desafiar al maldito cáncer y le dijo : «Si penses que vas a guanyar esta partida ho tens clar…». Y la partida ha durado años, con tenaz lucha hasta que el inmortal Paco se ha rendido ante la única evidencia inalterable: la muerte. Sólo ella ha podido derrotarle. De momento.

Lloramos como lloramos aquel día (9 de julio de 1995) que subió a la gloria en la más bella de las gestas que se recuerdan entre las paredes de los trinquetes. Lloramos sobre el teclado porque no se ha muerto un pelotari, no se ha muerto un deportista. Con «Genovés» morimos todos. Genovés era, es y seguirá siendo, parte inseparable de cada uno de nosotros. No ha habido deportista más admirado e idolatrado. Es tiempo de silencio y de lágrimas. Brotarán del corazón de los poetas valencianos bellos versos en su recuerdo; quedaran esculpidas en las retinas los más hermosos momentos de su carrera deportiva, pero de todos esos poemas que se han escrito y se escribirán el más profundo y emotivo hablará de su cercanía a los viejos, de su pregunta por «el pare i la mare. Dona-li un recaet de la meua part». En cada asiento de la escalera, en las butacas de los frontones, en las sillas de boga de las calles ocupadas por los viejos con gorra que le miraban con embeleso; en cada una de las mujeres, jóvenes y mayores, que salían a contemplar su paso, anidaba un hermoso amor hacia un «xiquet de poble que vol al seu poble».

Genovés está en el tanatorio de Xàtiva. Como uno más de los mortales. Ha recibido la más alta distinción de la Generalitat Valenciana pero eso es poca cosa ante lo que su figura ha significado. Conozco a un alcalde de un pueblo valenciano que tiene la foto de Paco en el lugar más destacado de su despacho oficial. Ese alcalde funde su sentimiento con un sentimiento de pueblo. A Paco se le ha querido tanto como a una madre, como a un hermano. Un cuarto de siglo después de su retirada seguía siendo el más popular, el más admirado el que era capaz de emocionar y el que, casi en la agonía última y repentina, era capaz de ponerse el guante y soñar con disputar el Individual.

En una sociedad tan polarizada, tan infectada de odios ancestrales, tan poco animosa a la conciliación y a la concordia, Paco era el símbolo indiscutible e indiscutido. Surgido de las entrañas de un pueblo pequeño amó las tradiciones heredadas de sus abuelos, llevó en andas a la Virgen como con orgullo desea cualquier mozo de Genovés; nunca presumió de ser más que otro…

De luto lloran en silencio quienes compitieron con él; quienes lanzaron gorras y almohadillas ante sus golpes jamás vistos; lloran los niños que han oído hablar a sus padres; lloran los viejos que le abrazaban; lloran hoy aquellos valencianos que estiman su tierra y sus ídolos. Nadie como Paco ha sido capaz de aunar tantas voluntades. Paco ha sido más reconocido más allá de las fronteras de la tierra en la que nació. Allá donde se mantiene el juego de pelota es personaje alabado. Ha dejado amigos en todo el orbe pelotístico. El dolor se extendió allá por donde la pelota sigue volando.

Esta tarde, entre silencios y lágrimas,entre flores y profundo dolor le despediremos. Y como decía aquella copla Valencia se pondrá amarilla, «quebraita» de color, doblarán las campanas por la muerte del mejor, y todos pensaremos para qué queremos la alegría si ya no tenemos a Genovés.

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