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Cristina Manzano

Tres brechas agrandadas en América Latina

América Latina ha sido y es la región más golpeada por la pandemia. Con un 8% de la población mundial, registra casi el 30% del total de fallecimientos. En lo económico y en lo social, se calcula un retroceso de dos décadas en las cifras de pobreza extrema.

Es cierto que en el horizonte asoma, como un rayo de esperanza, un nuevo ‘boom’ de las ‘commodities’; una supuesta recuperación de la mano, como siempre, de la demanda de materias primas que la reactivación económica global impulsa.

Mientras, hay tres brechas que se han agrandado durante el último año y que habrá que tener muy en cuenta en las políticas pospandemia.

La educación

Como en todo el mundo, el confinamiento global obligó a niños, niñas y jóvenes latinoamericanos a quedarse en casa. Pero a diferencia de otros lugares, muchos no pudieron continuar su educación en la distancia. Según la CEPAL, un 46% de los niños de entre 5 y 12 años no tienen acceso a la red; entre un 70% y un 80% de los estudiantes en los tramos socioeconómicos más altos cuentan con ordenadores portátiles, mientras que solo entre un 10% y un 20% en los tramos con menos ingresos cuentan con ellos.

Desde los 90, América Latina había logrado disminuir significativamente sus índices de desigualdad; un factor clave fue el mayor acceso a la educación en todos los niveles. La región se asoma hoy al aumento de la pobreza educativa –la que mide el porcentaje de niños que a los 10 años no cumplen un requisito mínimo de lectura– que, según el Banco Mundial, podría pasar de un 51% a un 62% por la pandemia: un retroceso de una década en apenas un año.

A este desafío general de la educación se suma el de lo digital, en el que también hay un evidente retraso con respecto a otras regiones. La crisis actual está impulsando la transformación digital de las empresas, pero es necesario, a su vez, que el sistema educativo acompañe ese proceso.

Las mujeres

También ha retrocedido la situación de las mujeres en América Latina con la pandemia. Ellas han sufrido más la pérdida de empleo por su mayor participación en sectores más afectados por los confinamientos, como la hostelería y el pequeño comercio, o por la necesidad de quedarse en casa para asumir el cuidado de hijos y dependientes. A ello se suma su enorme peso en el servicio doméstico (un 93%) y en la economía informal. Si antes del coronavirus la participación laboral femenina ya era 25 puntos inferior a la masculina, se calcula que ha caído 6 puntos más con la crisis actual. La cifra más apabullante es la que indica que 118 millones de mujeres podrían encontrarse por debajo del umbral de la pobreza en la región. Entre las iniciativas lanzadas recientemente cabe mencionar la Coalición Iberoamericana por el Empoderamiento Económico de las Mujeres, impulsada, entre otras, por la vicepresidenta de Colombia, Marta Lucía Ramírez, y por la Secretaria General Iberoamericana, Rebeca Grynspan. Demandan que los planes de recuperación incluyan de manera activa aspectos como la derogación de leyes discriminatorias, la creación de fondos nacionales con financiación internacional para el emprendimiento femenino y una mayor participación de empresas de mujeres en las compras públicas.

La brecha multilateral

La pandemia ha pillado a América Latina en uno de sus momentos más bajos en el terreno multilateral. Algunas de sus instituciones más relevantes, como la Organización de Estados Americanos, el Banco Interamericano de Desarrollo o la CAF atraviesan por serias crisis de gobernanza; muchas de las diferentes iniciativas de integración de las últimas décadas están o paralizadas o al ralentí por los vaivenes ideológicos y políticos de sus líderes. Por encima sobrevuela la pérdida de confianza en la democracia por parte de las sociedades latinoamericanas, según confirma año tras año el Latinobarómetro, y la rivalidad entre Estados Unidos y China, justo en el momento en que la cooperación es más necesaria que nunca para unir fuerzas contra el virus y para reclamar el lugar propio que la región debería tener en el mundo.

No faltan ni diagnósticos ni recetas. Las respuestas para tratar de contener los efectos de la crisis han sido muy distintas de un país a otro. Hay margen para aplicar políticas públicas que permitan dar la vuelta a las tendencias negativas en educación, derechos de las mujeres y cooperación internacional. ¿Habrá también voluntad política?

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