Agosto llegó inexorable con sus sobresaltos futbolísticos –adiós, Messi-, este año con las alegrías y penas olímpicas, y con los experimentos televisivos habituales. En Telecinco quieren atrapar al personal jugando con Christian Gálvez en esa hora nocturna que desespera a los programadores ante el largo y plácido reinado de «El Hormiguero», ahora con reposiciones. TVE arriesgó al eliminar el tramo adelantando el espacio estrella pero la audiencia, la misma que tanto se queja en las redes por tener que trasnochar, no respondió.

Si «Alta tensión» progresa adecuadamente con su minuto diabólico, su destino es comparecer en septiembre en el frente de «Pasapalabra». Curiosamente, el concurso de las bombillas fue presentado por Constantino Romero en Antena 3 durante un par de temporadas a finales del siglo pasado antes de dejar su sitio al poderoso formato del rosco. Mediaset ya no sabe qué resucitar para combatirle. Las idas y venidas de los concursos y sus presentadores bien pudieran ser la trama de una de esas series sobre la despiadada industria de la televisión.

También están finos en Antena 3 con los culebrones. Después del éxito de «Mujer», emitida de tirón, sin pausas entre sus tres temporadas, siguen apostando por la ficción turca que gusta como antaño encandilaban las telenovelas latinoamericanas. Desde luego, nos ahorrábamos el doblaje que canta en tantísimos primos planos en «Tierra amarga», el drama ante cuyo estreno caí rendida un domingo por la noche tras una promoción brutal en todos los programas del grupo. La cámara lenta en las escenas clave y las largas e intensas miradas subrayadas por un machacón acompañamiento musical me quitaron las ganas de seguir los pasos de Züleyha y Yilmaz, que se quieren muchísimo y han de huir de Estambul cuando él mata accidentalmente a un asqueroso que intenta violar a la joven para acabar en un atávico lugar que aparece en título original «Érase una vez en Çukurova».

La serie fue directa al hueco que ocupaba «Ahora caigo» por las tardes y transcurridas cinco semanas ha alcanzado su mejor cuota de pantalla tras superar por primera vez el mágico 15 % y poner muy nervioso a «Sálvame». La chica está ahora casada con Demir, el malo que me recuerda a Omar Sharif y le ha arrebatado a su bebé para retenerla. No la veo más, por si acaso, no vaya a engancharme en el momento dulce después de la siesta y me enrede en una de esas interminables relaciones tóxicas perjudiciales para la salud.