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Martí

La lista de anti-paellas

La playa de València ha dejado de ser la mejor zona para degustar un buen arroz sin ninguna protesta del típico ‘Salvem’

La paella alargada (el 'paello') cuesta más de 280 euros. ElPaello

Hasta que no se pronuncie el comité científico de la Capitalitat Mundial del Disseny me abstengo de comentar el ‘paello’ rectangular inclusivo. Espero que sea pronto porque tengo proyectado un paellero en casa y si homologan el armatoste quiero estar a la última. Como saben lo más importante es el fuego y el caldero, y ese cambio geométrico provocará la división definitiva de muchas familias, pandillas y similares. No sé si lo veremos estas Fallas, pandemia mediante, pero los concursos de paellas están a punto de entrar en una nueva dimensión, ya que en la calle es donde mejor puede funcionar el invento, mientras se reforman los paelleros de medio país. Ahí hay un nicho para emprendedores avispados. Donde no se vislumbra el mismo optimismo es encontrar un establecimiento en playa de València donde hagan un buen arroz. Se acabó aquello de ir el paseo Neptuno y buscar mesa libre. La mayoría de los históricos están franquiciados a cadenas de comida rápida. Tampoco los merenderos de la Malva-rosa ofrecen paellas de garantías para los que reclamamos un arroz sin empastrar. Supongo que es la ley de la oferta y la demanda, pero quitando de los restaurantes que gestionan la familia Andrés en el Veles e Vents, hace años que mis recomendaciones, siempre con el asesoramiento sabio de Santos Ruiz, están muy lejos de la playa, salvo contadas excepciones a la derecha e izquierda del chalé de Blasco Ibáñez. Los mejores arroces se comen en Ciutat Vella. Además nunca falla acercarse a Castellar, Roca Cuper, Catarroja o Benissanó.

Ojo al cine

El otro día viendo la película finlandesa ‘Tove’ (Filmin), candidata al Oscar a Mejor Película Extranjera, aluciné cuando la actriz (Alma Pöysti) de este biopic de la pintora y escritora Tove Jansson -la creadora de los Mumins- desea ir a Marruecos para coger las naranjas directamente de los árboles. Ojo, que puede ganar el Oscar, y lo digo porque aquí nos rasgamos las vestiduras a la primera, pero ya no hacemos tantas naranjas para tanto consumo global, ni chufa para tanta horchata envasada, en cambio seguimos sin posicionamiento de marca, eso que dicen los que saben de marketing y siempre cuentan la misma: los italianos etiquetan el mejor aceite comprado de Jaén. Pero con tanto lío que montamos cuando vemos en la red una paella con chorizo y demás inventivas, estaría bien que al menos cuidáramos la paella que comen los turistas, porque no imagino en el paseo marítimo de Málaga comiendo pescadito podrido.

Promoción necesaria

Los de la Wikipaella hacen un buen trabajo para difundir la cultura de la paella sin más, ni menos. Son una asociación sin ánimo de lucro y sin compromisos con instituciones ni empresas. Por eso además de premiar los establecimientos que tratan el arroz y sus recetas de auténtica paella con respeto, profesionalidad y cariño, ha llegado la hora de hacer una lista en negativo, o sea, de los sitios donde no hay que comer nunca arroz por mucho que lo anuncien. Todos sabemos que eso resultará más efectivo para salvaguardar el honor de nuestra gastronomía.

Vivir en una furgoneta

El problema de la vivienda en las grandes ciudades parece irresoluble. Si a eso se le añade la subida de la luz y el paro de larga duración, la ecuación es perfecta para que cada vez viva más gente en la calle, en algunos casos y en pleno siglo XXI familias enteras. Ni las políticas de promoción pública, ni las ayudas asistenciales de instituciones oficiales o no gubernamentales han sido efectivas. Y mientras el interior valenciano sigue vacío, la periferia del Cap i Casal se acerca a la indigencia vista en telefilms estadounidenses. Esta furgoneta reconvertida en casa lleva más de dos meses aparcada cerca de una de las zonas más caras de la ciudad. Siempre en el mismo sitio, a veces con la puerta abierta y otras cerrada. No conozco al propietario, pero de dignidad va sobrado.

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