Cuando Josep Mª de Sagarra escribió ‘Vinyes verdes vora el mar’ debía estar conmovido con la misma emoción que nosotros sentimos al escuchar su poema en la voz de Lluís Llach. Los primeros compases de ‘Vinyes verdes’ nos trasladan ya al Mediterráneo. Nos encontramos, una vez más, atravesando los estrechos caminos que sortean bancales de cepas perfectamente alineadas por los lugareños que limitan sus propiedades con muros de piedra que conducen al mar. «Vinyes de la fruita verda, vinyes verdes del coster, cap el mar vincleu el cap, sense decantar-vos massa». Al regresar a ‘les illes’, en cada ocasión, me pregunto si es acaso el mar, lo primero, o son las viñas.

Todos los años, por estas fechas, llegamos a nuestro Mediterráneo insular, donde «les illes s’agafen de la mà, i canten i ballen», que dijera Vicent Andrés Estellés. En Menorca, el sol duerme en Ciutadella, la bella; mientras, en Maó -«blanc de calç, mirant al nord; sol matiner li encén el rostre», canta Joan Manual Serrat- brilla la luna. Estas islas ofrecen aromas de pinos e higueras, y sabores de limones y naranjos. Y los lugareños, respetuosos y expresivos, ofrecen la cálida hospitalidad precavida del insular.

En Eivissa, donde la libertad se muestra alegre y graciosa como una palmera, alcanzamos el punto más alto de Dalt Vila franqueando las murallas renacentistas, y llegamos hasta donde se encuentra la Catedral de Santa María de las Nieves, para poder observar la espectacularidad de ‘sa Penya’. Más tarde navegamos hasta la ‘pitiusa’ menor, Formentera, donde Julio Verne situó, en los acantilados del faro de la Mola, el inicio de su novela ‘Héctor Servadac’ para su viaje por el Mediterráneo.

Al volver, llegamos a Santa Eulària des Riu y, pasado el río, a s’Argamassa, donde cada sábado acudimos al mercadillo de Las Dalias, buscando los rostros conocidos de quienes desde nuestra juventud nos acompañan. El padre del historiador de Santa Eulària des Riu, Antoni Ferrer, resume de forma expresiva el éxito de la idea de Joan Marí, fundador del mercadillo, en 1954. «Primero iban los de Sant Carles y alguno de Santa Eulària, después los ibicencos y ‘els peluts’, más tarde los primeros turistas y ahora todo el mundo».

Acudimos a Las Dalias con asiduidad, porque creemos en un mundo más feliz, en el que los ‘hippies’ -cariñosamente, els peluts’- los que hubo y los que quedan, concentrados mayoritariamente entre Sant Carles y Santa Eulària, contribuyeron en gran medida a trasladar a nuestro Mediterráneo los cambios sociales más fundamentales de la segunda mitad del siglo XX. Y así queremos recordarlo, haciendo nuestras las palabras del poeta, que siempre nos conmueve - «vinyes verdes vora mar, feu-nos sempre companyia»- al regresar cada año.