Existe un periodismo en el que el corporativismo campa a sus anchas siempre en defensa del cortijo privado y de la libertad para publicar sandeces y no como herramienta de unión a la salvaguardia de los derechos de los trabajadores, a pesar de ser uno de los sectores profesionales en los que mayor degradación se ha producido en los últimos años. Muchos medios han sido y son incapaces de adaptarse a los nuevos lenguajes que se expanden entre la gente joven y que hacen de la actualidad un mundo interconectado en el que la comunicación es clave y toma formas diversas. Pierden seguidores y son observados como elementos del pasado. Sus periodistas ya no son representados como movilizadores de masa. Es en ese periodismo deportivo, plagado de adinerados trabajadores que han sembrado su trayectoria gracias a una complicidad secuaz al poder (con publicaciones redactadas al dictado), donde la injerencia de dichos nuevos lenguajes se observa como una agresión contra la que tienen que alzar la voz. Un periodismo deportivo hegemónico que en España disfruta de una deplorable calidad con millones de ejemplos que pasan por titulares supuestamente ingeniosos (“Nostradamus Pedrerol”), informaciones de notabilidad absolutamente irrelevante (“La sorpresa del verano: los mejores memes sobre Messi”) o miradas carcas formuladas por un patrón de hombre en recesión (“La novia de Courtois es una famosa modelo israelí: su álbum más personal”). Son ejemplos de un solo día, el jueves 14 de agosto, y de solo dos periódicos.

Dichos periodistas son incapaces de protestar contra todos esos deportistas cuya trayectoria fue destacada y que hoy aportan experiencia en las retransmisiones deportivas sin que cuenten con la suficiente preparación para tratar con rigor la información. Ante ellos, vasallaje porque no hace tanto fueron amos. Pero ante Ibai Llanos toda una rabia desatada por ser capaz, gracias a su proximidad, de ser el primero en entrevistar a Lionel Messi tras su fichaje por el París Saint-Germain. Llanos es hoy un referente mundial de la comunicación. Se quiera o no se quiera. Y lo es porque ha sabido ofrecer un lenguaje cercano y original que se ha introducido de forma sólida entre las nuevas generaciones. Evidentemente no todo el producto comunicativo que se genera en los espacios donde se desarrollan estos nuevos lenguajes es digno del respeto profesional más riguroso. Las plataformas digitales tienden a las simplificación y la trivialización de los temas y no aportan la suficiente profundidad y multilateralidad que exige el entendimiento de los problemas que hoy nos acechan. En TikTok, Twitch, Instagram o YouTube hay basura a camiones. Pero, desgraciadamente, nada que no sea haya observado durante años en programas televisivos de prime time y en periódicos deportivos de cabeceras históricas.

Ibai es la envidia para muchos periodistas pero dentro de una rivalidad sana porque incluso él fue el primero en manifestar su respeto a la profesión. Como también fue envidia lo que sentimos algunos en su momento ante un Jordi Ebole que supo hacer de la televisión y de sus programas espacios de reivindicación que aunaban estilismo y rigor, además de atrevimiento y descaro, conectando con tantos jóvenes también.

Llanos ha puesto el periodismo ante el espejo y el periodismo, una vez más, se ha asustado ante lo que ha visto. No es necesario decir nombres para reconocer tantos y tantos programas en los que el debate deportivo, a menudo futbolístico, ha sido convertido de forma indecente en un espacio más de prensa rosa en el que se magnifican tonterías sin relevancia y se ningunean méritos y éxitos de miles de deportistas que trabajan los valores útiles del deporte. El periodismo deportivo desarrollado por los principales medios de comunicación en España ofrece una mirada sesgada e interesada del deporte y por ello son una herramienta más del poder para facilitar una desinformación que sesga la capacidad crítica e intelectual de la población. Periódicos y programas televisivos y radiofónicos que han reproducido clichés homófobos, racistas y machistas y que no han sido capaces de hacer una autocrítica útil para situarse como intelectuales colectivos ante los jóvenes, nuevas generaciones que no cuentan con la costumbre de leer en papel (ese placer que desarrollamos algunos y que nos hace sentir mayores), situarse ante la televisión (la prefieren a la carta en Internet) o encender el transistor (he usado ese término para marcar distancias).

Por supuesto generalizar es una ofensa y existen medios en los que se trabaja de forma excelsa la información deportiva. Pero no serán esos los que hoy se sienten ofendidos por la supuesta injerencia de Llanos sino aquellos que consideran a los jugadores de fútbol como un cortijo y su envolvente parafernalia como una fuente de alimentación, no informativa sino monetaria. A la mayoría de la población española le importa un pimiento el número de habitación en el que se hospeda Lionel Messi en París, la última razón del sollozo de Roncero o la opinión de Pipi Estrada. Sin embargo se conmueve y se motiva con los numerosos ejercicios de solidaridad que se han reproducido en los Juegos Olímpicos de Tokio y quiere conocer en profundidad las historias de superación que han llevado a muchos y muchas a competir en la capital nipona. También precisa del periodismo para entrelazar los equipos y los patrocinadores, dando a conocer su trayectoria; o bucea en la información para disfrutar con los textos escritos con bagaje y sabiduría y que tanto ayudar a entender. El periodismo siempre será necesario. Es clave en una sociedad democrática y plural. Y el deporte es un reflejo de la vida pero, ni mucho menos, los medios deportivos hegemónicos de España son un reflejo del deporte. No ayudan ni a informarse ni a comprender. Son entretenimiento barato y superfluo, un ejercicio de recreo con un nivel intelectual de parvulario, una distracción soez y anticuada. Son, ni más ni menos, sensacionalismo barato al servicio del poder. Un coro de periodistas plañideros.