Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tonino

¡Buenos días, buena mujer!

Buenos días, buena mujer!», era el saludo que Luis Sánchez Polack lanzaba desde su butaca en la terraza del Hotel Recatí a mi hermana Mª Jesús. Mientras, se divertía mofándose del ‘fromage’ y las ‘moustaches’, ante Simone, una profesora de la Sorbona tan simpática como cursi. Tip formaba parte del eslabón entre el humor de los 70 y las barrabasadas de la revista ‘La Codorniz’, gente buena del remanente cultural formado por gente del teatro, del cine, de las letras. Refugiados en el humor y el absurdo durante el ‘francismo’. 

Tip merecería una estatua de cuerpo entero, con su figura quijotesca, sus gafas tupidas, su frac, por haber transgredido la ñoñería española, la cursilería cotidiana. O al menos por haber presentado en un concurso de televisión a un burro en directo como íntimo colaborador y no a un culturista checoslovaco. O porque de su chistera salía lo que le venía en gana con la educada naturalidad que todo lo permite. 

Si el humor del absurdo ha perdido fuelle, no es porque nos hayamos vuelto más racionales. Es porque, inmersos en el absurdo, pocos encuentran dónde está la gracia. En general, no entendemos bien qué es el buen humor, ni la ironía sin entrecomillar, ni lo que quede lejos de la carcajada. Confundimos surrealismo y absurdo con todo aquello que no tiene sentido. Y de esto no son responsables los cómicos, señora, sino quienes los manejan en los medios de comunicación.

Te ruego que hagas un esfuerzo para entender esto: ¿Crees que es baladí que los cómicos de ahora estén tan distanciados de las chisteras, las pajaritas, de esos trajes oscuros que retrataban de manera teatral a las fuerzas vivas de la sociedad de los 50? ¿Es coincidencia que el humor español, uno de los motores de nuestra contracultura durante siglos, se remita hoy a jóvenes casuales, pasaba por aquí, voy a contarles una anécdota, un chiste, un sucedido, los defectos del vecino, odio a los mimos y la piña en la piza?

Imagina por un momento que algunos productores de televisión, amparados por diferentes signos políticos, hubieran urdido un plan increíble, disparatado. El de elegir entre ellos quién hace humor y qué temáticas son las que los guionistas tienen que seguir para llegar al público. El humor absurdo no, que la gente no lo entiende. Mejor cambiarlo por humor de lo anecdótico. Mejor una legión de humoristas como muñecos de ventrílocuo, intercambiables, que nunca sobresalgan demasiado, que sean siempre un pelotón a sueldo y que se lo ganen. Es una idea sin pies ni cabeza, ¿verdad?

Umberto Eco explicó en ‘El nombre de la rosa’: «La risa mata el miedo, afirma sin dudar. Cuando nos reímos no estamos pensando ni en el pasado, ni el futuro, ni siquiera en el presente. Ahuyentamos nuestros miedos y sombras, no nos preocupamos de nuestros problemas, tan solo reímos. Reímos hasta que nos cuesta respirar, nuestro cuerpo se centra en ese acto físico, que nos evade, por un instante, de todas nuestras desgracias». 

Quien controla el humor, controla la crítica, controla nuestras válvulas de escape, los respiraderos de la inspiración, la capacidad de aprender y desarrollar nuestro espíritu de resistencia a la idiotez.

En mi película mental, la seriedad eclesiástica, que catalogaba el humor entre las características de los imbéciles, ha sido reemplazada por la seriedad política de dos partidos escriben las directrices, los discursos, los guiones, los guiños que tal presidente debe dar a cámara, los trajes, el maquillaje, los chistes, quién tiene gracia y quién no. En las ruedas de prensa, en las redes sociales, disfrazan las respuestas y les dan la vuelta haciendo mil piruetas para equilibrar la libertad de expresión, o sea fíjate, con su corrección política. 

A veces la pintura dorada se cae y nos permite ver una pequeña parte del cartón que hay debajo. Pero si quieres penetrar en el mundo de la sabiduría a través de la televisión, sus productoras y sus críticos a sueldo, te arriesgas a caer en un mundo de cábalas. Visita mejor una librería de viejo y, a un precio imbatible, consulta a los clásicos: Mercedes Ballesteros, de la Serna, Poncela, Mihura, Chumy, Clarasó, Castellanos, Camba, Remedios Orad, Azcona, Acevedo, Tono. Sólo así conseguirás alejarás a los demonios para que sus mafias no te roben ese acto irrenunciable que es la sonrisa... ¡Buena mujer!

Compartir el artículo

stats