Dos grandes furias recorren todo el planeta; una es la de la guerra, ya sea la de las armas o la de las guerras económicas o medioambientales, y otra la de la indignación ante tantos atropellos de los derechos humanos y de la vida misma, la humana, la de todos los seres vivientes y la de la naturaleza y sus recursos.

Hoy Ariadna, cuidadora de la vida y de las relaciones de paz, que impulsó a Teseo a vencer al Minotauro no con las armas sino con la relación de escucha y empatía, está de luto. Hoy todas las mujeres del mundo sentimos esta indignación ante los atropellos de los derechos humanos de las mujeres afganas, porque son atropellos a los derechos de todas las mujeres del mundo. “Cuando se toca a una, nos tocan a todas.” Siglos llevamos reivindicando los derechos de ciudadanía en igualdad entre mujeres y hombres, porque los derechos humanos de las mujeres son derechos de toda la humanidad, derechos que siempre están en peligro. Como dijo Simone de Beauvoir, “basta una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a cuestionarse. Los derechos nunca están adquiridos definitivamente.” Bastará un cambio de gobierno o de ministro para que se pongan en entredicho, como ocurrió en nuestro país. Pero el Tren por la Libertad fue una gran respuesta de las feministas españolas para impedir que nos arrebataran nuestros derechos. Bastó también un cambio de gobierno y un nacional catolicismo, al final de la guerra, en el 39, para que las mujeres de este país, perdiéramos nuestros derechos.

Hoy las mujeres afganas, después de veinte años de conquista de sus derechos, están amenazadas. No tendrán derecho a la educación ni al trabajo fuera de casa, salvo algunas excepciones en sanidad porque las mujeres no pueden ser vistas ni atendidas por los varones. Si no acceden a tener relaciones sexuales con sus maridos, éstos les pueden dejar sin comida. Si un familiar tiene deudas las pagará con la venta de sus mujeres. (En los clubs de prostitución legalizados, como el de Berlín, también los ayuntamientos de la zona pagan sus deudas con los impuestos a las prostitutas, como pudimos ver en un documental de La 2). A la edad adolescente las casan con hombres que ellas no han elegido. Las pueden casar, incluso niñas, con hombres muy mayores. Pueden rebelarse y huir de sus casas, pero si las detienen irán a prisión. Existen autobuses separados por sexo. No pueden aparecer en fotos o vídeos. Prohibido escuchar música, volar cometas, ir en bicicleta, usar cosméticos, reír en voz alta, llevar tacones o colores vistosos que sean atractivos sexualmente, asomarse a los balcones o acceder a baños públicos. Los nombres de las mujeres en plazas y calles no pueden aparecer. Las mujeres que no lleven burka o no vayan bien tapadas, sin que asomen los tobillos, podrán ser insultadas, golpeadas o azotadas. La presencia pública, en radio o televisión, está prohibida. En definitiva, un borrado total de las mujeres, que quedan así a merced del completo control y deseo de los hombres.

Esta división sexista de los roles y las normas, inculcada en la construcción social de los varones de todo el planeta, si bien en diversos grados dependiendo de los países, nos está matando física y psicológicamente. En vuestro nombre, mujeres afganas, y en el nuestro, porque nos sentimos también insultadas por los talibanes, reclamamos y llamamos a todas las mujeres y hombres de este mundo a que salgan a las plazas y exijan a todos los gobiernos, instituciones y asociaciones defensoras de los derechos humanos, que impulsen corredores humanitarios, que acojan a las mujeres afganas que se encuentren en peligro y a sus familias, que salgan a las plazas para decir un ‘no’ rotundo a los talibanes y a todos los gobiernos que pisotean los derechos humanos e impulsan la guerra.

Las mujeres salimos y saldremos a las plazas. Las Mujeres de Negro salimos a las plazas del mundo para denunciar las guerras nacionalistas de la ex Yugoslavia, Mujeres de Negro de Israel y Palestina y de todo el mundo salimos a las plazas para denunciar la ocupación de Palestina y reclamar la paz. Dijimos un ‘no’ a la guerra de Irak, de Chechenia y Rusia, y de Afganistán. Pedimos el fin de la guerra y trabajamos y seguiremos trabajando por la paz en Colombia, en India, en Sudáfrica, en Armenia y en todas las regiones y países de la tierra. Como Antígonas buscamos a los desaparecidos, enterrados y olvidados en fosas anónimas. No olvidemos el genocidio de Srebrenica en los Balcanes. Exigimos paz, justicia y reparación. Exigimos un No a la violencia de las guerras y a la violencia contra las mujeres. Exigimos que la vida de todo el planeta se cuide.

Como dijo Virginia Woolf: “Como mujer no tengo patria. Mi patria es el mundo entero.” Tampoco tengo fronteras porque mientras existan mujeres sometidas en algunos lugares del planeta nuestra libertad está en peligro. ¡Que un ‘no’ a la guerra y un ‘sí’ a los derechos humanos de las mujeres afganas y de todas las mujeres llene las plazas del planeta!