Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cristina Manzano

Historia de dos películas

Pese a su ascenso imparable en la escena mundial, China no está ganando la batalla del relato. Como describiera Joseph Nye, el poder hoy es mucho más que tanques y armas; más que poderío económico. La hegemonía estadounidense desplegada en el siglo XX ha sido militar, económica y cultural. Estados Unidos ha ejercido su poder blando por todo el mundo, su capacidad de, como dicen ellos, conquistar «las mentes y los corazones». En su batalla por la supremacía global, estos son cuatro aspectos en los que el gigante chino va a tener muy difícil ganar al gigante americano.

El idioma. El inglés se ha convertido en la lengua franca global. Su estructura, pronunciación y vocabulario son relativamente fáciles. El imperio británico y la expansión estadounidense lo han llevado por todo el mundo. También en la Unión Europea es la lengua de comunicación, por mucho que les pese a los franceses. Frente a ello, los más de 50.000 caracteres chinos parecen un muro infranqueable.

Es cierto que un chino educado domina unos 8.000, que para leer un periódico bastan unos 3.000, y que sus formas verbales y su gramática son sencillas, pero su complicada fonética y, sobre todo, su escritura, son altamente disuasorios. La apertura de numerosos centros del Instituto Confucio –la institución pública encargada de enseñar el idioma y la cultura chinos– ha tropezado con acusaciones en algunos lugares de ser un arma de propaganda y adoctrinamiento.

El estilo de vida americano. El cine y la televisión, como medios de comunicación demasas, y el poder de la industria audiovisual estadounidense, se hicieron eco de una prosperidad cotidiana como no se había conocido antes en la historia. El american way of life se convirtió en una aspiración para millones de personas en todo el mundo.

Prueba de ello fue que, tras la caída de la Unión Soviética, muchas de las sociedades que vivieron bajo su paraguas se echaron en brazos de todo lo que sonara americano. China no inspira, de momento, nada similar. No hay un ‘estilo de vida chino’ que haya trascendido y pueda servir de modelo. Prosperidad compartida, sí –ahí están los cientos de millones sacados de la pobreza– pero desigualdad, masificación o polución pesan todavía más en la percepción exterior.

Los valores. No era solo la prosperidad. La imagen de Estados Unidos estaba ligada a valores que Occidente quiso establecer como universales: la libertad, la democracia, el individuo, los derechos humanos. Eran parte indisoluble de la batalla ideológica que libraba con la Unión Soviética. China no parece mostrar ningún interés en extender su ideología ni su sistema de valores, aunque el confucianismo sea uno de los más antiguos del mundo.

El cine. Hollywood fue fundamental en la expansión del poder blando americano; el cine chino está aún lejos de aspirar a algo parecido. Dos títulos recientes sirven de ejemplo. Cuatro años después de su estreno, la película más vista en China sigue siendo Wolf Warrior II, un rambo chino que lucha por salvar las vidas de sus compatriotas en un lugar figurado de África, enfrentándose a malvados y corruptos. Explosiones, peleas y todo tipo de efectos del género, impregnados de una omnipresente exaltación patriótica. Moraleja: China siempre gana. Tal vez por ello la cinta, que tanto ha gustado en el país, no ha tenido apenas impacto fuera.

La que sí ha triunfado ha sido Crazy Rich Asians, una comedia desenfrenada sobre las extravagancias y los excesos de los nuevos riquísimos jóvenes asiáticos. Rodada íntegramente con actores asiáticos, en inglés, dirigida mayoritariamente a atraer a un público asiático, ha logrado penetrar también con fuerza en la audiencia occidental. Moraleja: pese al lujo desorbitado, los valores tradicionales (esfuerzo, familia, amor) acaban prevaleciendo. Dos pequeños detalles: está rodada en Singapur y es una producción… estadounidense.

La imagen de un país es una medida de su poder blando. La de China, según una encuesta reciente de Pew Research, se encuentra en uno de sus peores momentos, tanto por gestión de la pandemia y las sospechas sobre su origen –su activa diplomacia de las vacunas apenas ha servido para compensarlas– como por su falta de respeto a las libertades y los derechos humanos en Hong Kong y Xinjian. Si China aspira, realmente, a ser un líder hegemónico global, tendrá que seguir trabajando en ese frente.

Compartir el artículo

stats