En los últimos días asistimos a una catarata de acontecimientos que hablan sobre los diversos y variados efectos atmosféricos en cuya génesis subyace la acción del hombre. Grandes incendios, lluvias torrenciales, erosión sobre nuestro litoral, aumento de la temperatura en nuestros mares… Son tantos y tantos los desencadenantes, que la preocupación está más que justificada. El tan temido cambio climático hace tiempo que aterrizó a nuestro alrededor y a marchas forzadas nos ha obligado a las administraciones a trazar una hoja de ruta en la que combatir esos efectos, que poco a poco minan nuestra calidad de vida, se ha convertido en nuestra máxima prioridad. Sin duda, estamos en un escenario inédito que se ha visto agravado por la crisis pandémica –sanitaria y económica– que desde hace casi un año y medio ha trastocado cualquier proyecto o iniciativa previos.

Si antes de la irrupción de la covid-19 teníamos claro que había que realizar un viraje notable en nuestro trayecto, a partir de la pandemia hemos tenido que acelerar los plazos y agudizar la imaginación para luchar contra el verdadero peligro, más allá del coronavirus. Algunas teorías evolutivas hablan del hombre como el mayor enemigo para la supervivencia del propio hombre y la verdad es que guardan un poso de razón. Las actuaciones que en los últimos tiempos se ciernen sobre buena parte de los continentes certifican esta tesis.

En junio pasado, Antonio Cabrales, flamante Premi Rei Jaume I de Economía 2021, alertaba en las páginas de Levante-EMV que «en el futuro, episodios como esta pandemia pueden ser frecuentes». Además, añadía que muchos ciudadanos y empresas «no habían hecho planes para eventos catastróficos de este tipo, algunos se pensaban que sus negocios eran seguros y han visto que no es así». Sin duda, tiene mucha razón, pero, quizás, habría que extender este desconocimiento a otros ámbitos o sectores. Las administraciones públicas, también, hemos tenido que redefinir nuestras prioridades y prueba de ellos son algunas de las iniciativas que hemos tenido que tomar. El objetivo que debe prevalecer sobre cualquier otra tentación o actuación no puede diferir mucho de aquel que versa sobre la puesta en práctica de la economía circular. Sostenibilidad, reciclaje y recirculación son algunos de los ingredientes esenciales. Hace unos meses, los ayuntamientos de Gavà, Gijón, Las Razos, San Fernando, Sant Cugat del Vallès, Sestao, Sevilla, Valladolid y Riba-roja de Túria, junto a otras empresas privadas referencia en su sector, hemos constituido un ‘hub’ sobre economía circular y ciudades urbanas sostenibles. Tomando como ejemplo el Pacto Verde Europeo y la Estrategia Española de Economía Circular, España Circular 2030, este ‘hub’ pretende ser el inicio de un nuevo modelo de colaboración público-privado sobre la base de una recuperación económica derivada de la covid-19. Protección del medio ambiente y desarrollo sostenible son dos principios fundamentales e innegociables.

En Riba-roja ya hace tiempo que nos pusimos manos a la obra en este nuevo escenario, como otros muchos municipios valencianos, conscientes de la necesidad de aportar nuestro granito de arena. El Plan Estratégico Participado 2017-2025 elaborado por la Universitat de València para dibujar un municipio más respetuoso con su entorno, los planes estratégicos de las áreas industriales diseñado por la Universidad Politécnica, el programa EcoRiba que toma el paisaje como motor económico y social o el plan de movilidad urbano en nuestro casco urbano, el Pmus y el Paces son algunos de los ejemplos. Los ejes fundamentales que nos permiten adelantarnos a cualquier imprevisto. Todo ello, sin olvidar el fomento del transporte público gratuito –ConectaMetro y ArribaBus– en detrimento del vehículo privado o el cambio de 2.000 luminarias por otras de bajo consumo en las urbanizaciones y polígonos industriales o el proyecto Génesis, con la plantación de 80.000 árboles y el ahorro de emisión de 111.000 toneladas de dióxido de carbón. Granito a granito, entre todos podremos enderezar cada día el devenir de este ‘nuevo mundo’.