Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Manuel Alcaraz

La plaza y el palacio

Manuel Alcaraz

Talibanes en Texas

Reconozco que he dudado antes de optar por el título de este artículo. Por dos razones. La primera es que cada vez soy más reacio a emplear términos peyorativos con adversarios; entiendo que Casado, que no parece dar para más sutileza, lo haga, pero sería bueno que la mayoría intentáramos escapar de eso. Aunque lo mismo, con esta alusión al ilustrado líder de las derechas españolas, haya transgredido mi idea: admítaseme la ironía, porque creo que Casado una vez entendió un chiste y lo llevaron a urgencias maxilo-faciales. La segunda es porque, me temo, se va a banalizar el término ‘talibán’ y se va a aplicar a todo el que hable un poco más alto. Sin embargo, al final me decanto por él.

Lo hago porque creo que la decisión del Estado de Texas, acerca de la represión del aborto, tiene elementos comunes con parte de la filosofía talibán. Texas, recordémoslo, es bastante más grande que España, tiene unos índices de criminalidad superiores en un 17 % a la media de EE UU y la mitad de las ejecuciones anuales del país. Todo un modelo de convivencia, sociedad integrada y dialogante. Menos mal que aquí mataron a Kennedy y John Wayne se lució falleciendo heroicamente en El Álamo, junto a otros aventureros disfrazados con sombreros de ardilla o mapache o algo así. Lucharon con los supremacistas del sur en defensa de la esclavitud y la secesión confederada. Casualmente, las victorias del Partido Republicano son abrumadoras. Recientemente también ha decidido ir acabando con las pocas restricciones que quedaban a la posesión de armas de fuego. Igualmente están redefiniendo el sistema electoral para que los más débiles tengan más difícil la posibilidad material de votar. Lo que viene, más o menos, a recordar que los climas de violencia latente generan dinámicas de fuerte impronta represiva.

En ese marco, los sectores vulnerables son los que reciben con más perseverancia el peso de la desdicha no resuelta, el fantasma del insulto y de la muerte. Y más, sin duda, si la religión se mete por medio. Porque esa manera de entender la sociedad como los residuos del miedo cotidiano fragua, con enorme facilidad, por ejemplo, en el desprecio y el odio a las mujeres. En Texas y en Afganistán. Y en las casas de los maltratadores. No creo que pueda entenderse la misoginia como un mero apéndice de un sistema de odios, sino como una de las condiciones de reproducción de ese sistema. Talibán, así y ahora, es precisamente expresivo.

Con esa condición, tiene sentido establecer vínculos que van por encima de diferencias culturales potentísimas. Sin embargo, hay un aspecto que debemos tener en cuenta. Mientras que las pretensiones talibanes, en Ooccidente, sólo pueden alcanzarse con algo que denominamos terrorismo, de lo que tenemos derecho a defendernos, el patriarcado texano y el de sus vecinos se nos va a ir presentando, paulatinamente, como avances democráticos. Y aquí quiero resaltar tres puntos capitales del trumpismo, abascalismo, casadismo, grupo de Visogrado, etc. -con los matices necesarios para estos talibanes democráticos-:

1.- Despojan a la democracia de valores coherentes con las propias instituciones democráticas -que incluyen el avance en la igualdad de las mujeres- para generar nuevos valores que no son sino el reciclado de viejos principios segregacionistas, supremacistas o de aceptación de la intimidación. Las Iglesias se dejan usar o usan. Para la mayoría texana esto no es sino una mejora en su democracia aprobada según mecanismos formales apropiados. La cuestión no es la de la legitimidad de la norma aislada, sino su adecuación a un sistema democrático.

2.- Buena parte de las izquierdas -incluyendo movimientos feministas, LGTBI, etc.-, no entienden que en la nueva fase en la que entramos, la reversibilidad de los avances sociales en materia de igualdad se integra con fuerza -nunca mejor dicho- en el nuevo paisaje político de la incertidumbre y de la fragmentación de reivindicaciones, reducidas demasiadas veces a lo ritual y las fórmulas lingüísticas de reconocimiento. Es posible que mientras la carcasa del progreso luzca esplendorosa, con sus fiestas y sus banderas, los contenidos esenciales padezcan hachazos terribles. Si se acepta esta tesis habría que intentar hacer política de otra manera: con menos gestos para los convencidos y más alternativas comprensibles para ampliar las mayorías democráticas favorables.

3.- El Tribunal Supremo ha corrido a bendecir -en sentido jurídico y simbólico- la atrocidad de nueva ley del aborto, con sus implicaciones totalitarias y denigratorias para cualquier mujer. Desgraciadamente se aprecia, en diversos lugares del mundo, que la tendencia de los principales tribunales es la de fortalecer políticas involucionistas. No debe sorprender la actitud antidemocrática de la derecha española: no quiere bloquear el funcionamiento de las instituciones judiciales por razones débiles, sino que lo hace para mantener indignamente su actual mayoría, de la que penden nombramientos clave en órganos jurisdiccionales -los que ponen sentencias. Temerario sería sacar una conclusión prematura, pero no lo es apuntar que en muchos países hay un sesgo de clase y que, en otros, el sesgo de sexo todavía está lejos de cerrarse. Los vínculos entre élites judiciales y élites económicas y religiosas no es una constante absoluta: pero no hay otro tipo de vinculación social e ideológica que pueda comparársele en un sentido alternativo. La aparente neutralidad de los jueces sirve para lanzar un manto de opacidad sobre quién es quién y qué creencias e intereses tiene. Desde ese punto de partida, los avances sociales que requieren perspectivas interpretativas renovadas no suelen encontrar simpatía: la enseñanza del derecho es mucho más proclive al respeto a un positivismo cerrado en el laberinto de los términos jurídicos que a una confrontación abierta del derecho con la realidad social. En nombre del Estado de derecho se puede justificar cualquier cosa que esté escrita. Y otras no escritas en las leyes pero que son de sentido común para ciertas élites. Todo ello se pone especialmente de relieve cuando el objeto del juicio tiene que ver con aspectos explícitamente políticos. Ya verán cómo los jueces talibanes eligen a sus representantes. El Estado de la Estrella Solitaria no necesita hacer muchos inventos en esta materia: son más sofisticados.

Compartir el artículo

stats