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Lucía Etxebarria

DE PRIMERAS

Lucía Etxebarria

La vuelta a casa

A la vuelta, me llamó uno de ellos. Las fotos muy bonitas, sí, pero... Uno se pasaba las mañanas pidiéndole al otro que le sacara fotos; las tardes, retocándolas, y las noches, contando cuántos ‘likes’ había obtenido la imagen. Habían ido para pasar tiempo juntos. Y lo habían pasado con un montón de desconocidos virtuales que opinaban sobre sus vacaciones al otro lado de la pantalla. «Pues si no eres tan feliz, divórciate», le digo yo. «Qué más quisiera –dice él–, llevamos más de diez años casados… ¡y en gananciales! Y él casi no ha cotizado; me quedaría sin la mitad de mi casa y le tendría que pagar más de la mitad de mi sueldo como compensatoria».

Los meses con más índices de presentaciones de demandas de divorcio en España son julio, octubre y noviembre. Julio, porque se dan cuenta de que no quieren irse de vacaciones juntos. Octubre y noviembre, porque finalmente lo han hecho, han vuelto cabreados en septiembre, se han dado un mes o dos para pensarlo, y finalmente han presentado la demanda.

El divorcio posvacacional es un clásico que conocen todos los bufetes de abogados. Lo que quizá ustedes no sabían (se lo voy a soplar yo) es que los lanzamientos de libros con títulos como ‘Cómo acabar con una relación tóxica’, ‘Rupturas, cómo superarlas’ o ‘Solteros de nuevo’ y similares se programaban tradicionalmente para septiembre (aunque después de la pandemia las estrategias cambian, obviamente).

Justo en estas fechas se han cumplido los 24 años de la muerte de lady Di. En 1994, Diana estaba invitada a un evento benéfico y, mientras se estaba maquillando para salir, se enteró de que aquella noche se iba a emitir un documental en el que Carlos reconocía haberle sido infiel con Camilla. En el último momento decidió ponerse un modelo que llevaba tres años colgado en su vestidor porque lo consideraba demasiado atrevido. Cuando se dio cuenta de que iba a tener a todos los periodistas del mundo pendientes de su foto, decidió no solo ponerse el traje corto y escotado –un palabra de honor de Christina Stambolian–, sino además descender de su vehículo un poco antes de lo esperado, lo cual le obligaba a dar un paseíto e iba a permitir a los fotógrafos tomar instantáneas de su cuerpo entero.

Pero, ¿le hizo más feliz a Diana que al día siguiente la llamaran ‘sexy’ en todos los tabloides británicos? Lo dudo. Diana vivió siempre en función de lo que los demás pensaran de ella. Y esa es la receta infalible para conseguir la infelicidad.

Una segunda receta infalible para conseguir la infelicidad es tener envidia de la vida de otros, tal como me pasaba a mí. La tercera es creer que un viaje, un paisaje idílico o un ingente desembolso de dinero van a solucionar los problemas de una vida vacía. El dinero, a veces, imita bastante bien a la felicidad. Pero tiene razón el refrán que dice que no puede comprarla.

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