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Olga Merino

Los nuevos Nostradamus

Todavía no se ha dado —o no ha trascendido, ojo— la gran abducción extraterrestre que augura el nuevo Nostradamus. El evento tenía que suceder este 11S, en el 20º aniversario del fatídico atentado contra las Torres Gemelas, cuando un ente galáctico procedería a secuestrar a 4.000 terrícolas. En un primer momento, al leer la predicción en Internet, pensé, ostras, que se me lleve, pero, bien mirado, nada bueno augura que el marciano, o lo que sea, venga en busca de «trabajadores cualificados», pues delata sus intenciones; vaya, que no los quiere precisamente para un veraneo astral. Tampoco parece muy excitante que el destino sea un planeta de nombre tan prosaico, como de rotonda: Próxima B.

El flamante adivino, llamado Aery Yormany, predica en las redes sociales en lugar de fijarse en el vuelo de las aves o en las vísceras de animales sacrificados, como en la antigüedad. Asegura haber viajado en el tiempo hasta 2714 —se ignora si el año escogido esconde resabios procesistas—, un futuro lejano desde donde ha podido vislumbrar la hecatombe que viene cociéndose. ¿Más catástrofes, oráculo? ¡Pero si ya vivimos en la serie ‘Black Mirror’! ¿Huracanes? ¿Epidemias? ¿Lluvia ácida? Ya lo hemos visto todo; también una explosión nuclear, y repetida. ¿Que algunos obtendrán superpoderes? No, gracias (el hombre con rayos X en los ojos acaba arrancándoselos en la peli). A estas alturas de la civilización, algunas de las predicciones de Yormany, con casi un millón de seguidores en TikTok, se antojan livianas como cosquillas, ya sea el descubrimiento (¡por fin!) de la Atlántida, que los chimpancés desarrollen la capacidad de hablar (más ruido sobre el ruido) o que los extraterrestres lleguen a infiltrarse en diversos gobiernos (ahorraremos al lector chistes al respecto). De entre todas las profecías, la más inverosímil, habiéndose desplazado el viajero siete siglos en el tiempo, pasa por que la especie humana haya sobrevivido hasta entonces, pese a su espíritu predador, pese al cambio climático.

Vendrán más adivinos, más videntes y profetas del apocalipsis. Suele ocurrir en épocas de profunda transformación social y económica, como en el angustioso ‘fin-de-siècle’ del XIX. Los telares de Mánchester escupían vaharadas de vapor, el ferrocarril quebraba la armonía vegetal de los paisajes, se proclamó que el hombre descendía del mono —no del capricho de un dios—y el lomo del proletariado industrial acumulaba injusticias y jornadas extenuantes. En medio del reconcomio, de aquella desorientación tan vertiginosa como la de ahora, proliferaron los médiums y se inauguró la ciencia–ficción con la novela ‘La máquina del tiempo’ (1895). En la obra de H.G. Wells, atención, el viajero en el tiempo descubre que los habitantes de la superficie de la Tierra han perdido todo lo que nos hace humanos: la inteligencia, la compasión e incluso la escritura.

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