No es país para viejos da título a una novela del escritor americano Cormac McCarthy y hoy me va a servir para nombrar a este artículo, en el que quiero analizar las razones por las que estamos construyendo países que no son para viejos y no lo son porque los vamos dejando fuera de todo, expulsándolos como si fueran leprosos que deben vivir encerrados y vigilados, para que no sean un estorbo en el desarrollo del nuevo orden mundial, donde las palabras se reproducen automáticamente a través de máquinas y donde ya no existen personas que te dirigen y ayudan cuando las cosas se ponen feas a la hora de resolver asuntos de índole administrativo o económico especialmente complejos.

La covid nos ha hecho mucho daño y no somos mejores que cuando empezó esta pandemia, somos peores. Y a pesar de que vimos cómo nuestros mayores se iban solos en medio de la desolación y de un absoluto caos que nadie sabía ordenar, ahora cuando parece que se instala cierta normalidad, nos despertamos en un país que no es para viejos y así, decisión tras decisión, los vamos dejando en drástica soledad, haciéndoles sentir que no sirven, que sobran, y se sienten engañados porque a ellos nadie les enseñó a manejar computadoras, nadie les explicó que su dinero iba a valer menos porque su nómina es inferior a 950 euros mensuales y por eso el banco puede penalizarlos, tampoco nadie les anunció que su vida iba a ser cada vez más difícil porque la globalización es el futuro y en el futuro ellos no interesan porque no aportan, solo confunden las indicaciones que unos tipos listos han creado en un lenguaje que nuestros mayores no saben leer.

Y así van excluyéndose, enfrentándose a pruebas que no superan, porque no entienden los enunciados que llegan a través de teléfonos y se sienten fatal al comprobar su error al anotar una cita y entonces son tan indefensos como un niño pequeño, pero mientras al niño lo protegemos y justificamos, al viejo, sin embargo, lo miramos lamentado su torpeza y no somos capaces de perdonar ese pequeño error del que hacemos El Error.

Ser viejo supone en estos días perder la esperanza y la confianza y en la desesperanza y desconfianza es muy difícil vivir y aún más cuando tu mundo está hecho de recuerdos que recuerdas vagamente y vacío de futuro.

Un país no es para viejos cuando en un banco a una mujer de más de 80 años se la trata con desprecio por no saber utilizar el cajero automático, porque su mundo era el de las libretas, el diálogo y la cercanía, intenta explicar, y por eso no sabe qué pasa con todas esas normas y horarios que no reconoce hablamos mucho de nuestros mayores, padres y madres, pero como colectivo los maltratamos, porque pensamos que su vida ya ha sido y ahora es preciso crear un tiempo donde florezcan otras vidas sobradas en el dominio de computadoras y en la comprensión de unas normas que se definen por ser incomprensibles para un colectivo cada vez más mayor, nuestros ancianos, que ya han entendido que éste no es un país para viejos.