El psicólogo Phillip Zimbardo realizó un experimento en 1969. Abandonó dos coches sin puertas ni matrícula en un barrio pobre y otro, en un barrio rico; en los dos casos a los diez minutos empezaron a sustraer partes y transcurridos tres días no quedaba nada por arrancarles. Este experimento fundamenta la teoría de las «ventanas rotas» y sostiene que mantener los entornos urbanos en buenas condiciones puede propiciar la disminución de las tasas de criminalidad. Ante la inacción y el mirar hacia otro lado, las conductas incívicas se perpetúan, sin distinción de estrato social.

Las conclusiones de este experimento podrían servir para explicar lo que sucede en el barrio de Orriols, en València.

Desde hace muchos años el barrio ha sufrido el abandono institucional y una parte de importante de sus habitantes se encuentra en situación de exclusión social, pero el barrio se ha convertido en noticia y han saltado las alarmas por algunos hechos delictivos que han alterado la convivencia. El crujir de las ventanas rotas ya no se puede silenciar.

Hacer vida en un barrio cuyas calles no se pueden transitar tranquilamente o en el que no se puede acceder a ciertos servicios y derechos, ha llevado a que la comunidad se movilice, organice y proponga, porque las ventanas rotas alguien las tiene que reparar antes de que se propaguen y tomen impulso los discursos que señalan y culpabilizan al otro, a las personas «extrañas», las extranjeras.

Tras diversas comunicaciones enviadas por el conjunto de organizaciones y colectivos del barrio al alcalde de la ciudad, manifestaciones vecinales y la viralización del conflicto en medios de comunicación, tanto locales como nacionales, la compleja problemática de Orriols ha saltado a la esfera pública y por fin desde la administración se ha establecido un espacio de diálogo con las entidades del barrio para hablar de lo que está sucediendo y poner sobre la mesa una batería de propuestas que se están construyendo en asambleas y reuniones y que también algunas organizaciones venimos impulsando desde hace décadas, como es el caso de Valencia Acull.

Llevamos treinta y dos años trabajando en y por el barrio, hemos sido testigos de su proceso de cambio, hemos visto cómo ha variado su composición, pues personas de más de treinta nacionalidades han elegido vivir en él; se han creado nuevos negocios regentados por personas migrantes y el barrio tiene un aspecto multicultural que antes no tenía. Por esto, gran parte de nuestro trabajo se ha centrado en la promoción de las relaciones entre vecinas y vecinos desde el respeto y la puesta en valor de la diversidad, avanzando en la coexistencia de culturas diferentes, porque los problemas en el barrio no son fruto de la mala convivencia.

Compartimos la sentida demanda de más seguridad en el barrio, entendida como la seguridad que pueda tener cualquier familia de saber que va a llegar a fin de mes, de vivir sin miedo a perder su vivienda por no poder pagar el alquiler porque ha perdido su empleo o porque abusivamente la persona propietaria, amparada por la falta de leyes que garanticen el derecho a la vivienda, suba el canon.

La seguridad que genera vivir en un barrio que cuenta con todas las infraestructuras necesarias, como una guardería pública y de gestión municipal, servicios sociales no saturados, una biblioteca amplia y dotada con materiales que reflejen la realidad multicultural, un centro cívico social autogestionado por la amplia red de organizaciones y entidades de Orriols. En conclusión, la seguridad que produce saber que se tiene acceso a todos los servicios en igualdad de condiciones.

El abandono institucional que se ha denunciado y que ahora el Ayuntamiento de València ha dado muestras de querer resolver, pensamos que se debe abordar desde la puesta en marcha de un plan integral que aborde temas como la revitalización urbana, dinamización del comercio, garantías para el acceso a la vivienda, oportunidades formativas y laborales para las personas jóvenes, oferta de actividades de ocio y tiempo libre adaptadas a la realidad poblacional del barrio. La intervención de las administraciones públicas para mejorar las condiciones socioeconómicas son más que necesarias, pero siempre que esta intervención esté fundamentada en los intereses de las vecinas y vecinos y guiadas por sus propias propuestas.

Intereses y propuestas de todas las personas que viven en el barrio, sin dejar a nadie atrás, sea cual sea su origen y cultura. Y para conseguir esto el movimiento vecinal es importante, por eso venimos aportando en la construcción de un movimiento en que se asegure la participación también de aquellas personas normalmente invisibles.

Las ventanas rotas se reparan con todas, sin dejar nadie atrás.