Para tratar de minimizar la falta de centralidad que afectará grandemente a la captación de viajeros al tramo de la L10 de Metrovalencia en avanzada construcción, problema que expuse en este diario el 12-04-2018, la Generalitat ha licitado la realización de un túnel de 260 metros de longitud bajo la calzada de la calle Alicante y entre las estaciones del tranvía y la del metro en la calle Xàtiva. Amplio, según el dibujo publicitado, con espacios para quienes quieran andar o ser llevados por pasillos rodantes, similares a los que hay en grandes aeropuertos para masivos desplazamientos uniendo dependencias.

Supongo que habrán calculado los viajeros potenciales que captará el tranvía y la cantidad de viandantes que transitan por la citada calle Alicante, ya que para justificar la inversión también quieren ampliar para ellos la utilización del trazado subterráneo.

Rara invitación, bajo tierra en lugar de ir por las aceras, cuando hasta en los establecimientos de restauración nos gusta más estar al aire libre que en el interior de los locales.

Creo que, en lugar de un largo, costoso y peligroso «cañón peatonal», así lo denominan, deberían haber comenzado la prolongación del trazado hasta la proyectada estación en la calle Xàtiva, empleando los veinte millones de euros de su coste más lo ahorrado: al desestimar la continuación del túnel y la estación soterrada Maristas, cuya realización fue aprobada para evitar el cruce a nivel con la muy transitada avenida Hermanos Maristas y su continuadora Instituto Obrero de València, y no tener que comprar tranvías. También podrían solicitar subvención a la UE, resaltando que somos la única ciudad de las cinco más pobladas de España sin líneas de transporte no contaminante y de gran capacidad que se adentren en su mal comunicado centro histórico, uno de los más extensos de Europa.

Con la gran inversión en el túnel tienen excusa para postergar sine die la continuación, como mínimo, hasta el Mercado Central, que es la reclamada en reciente encuesta por los ciudadanos. Aunque sea con la barbaridad de la estación bajo cinco plantas de estacionamiento en lugar de haberlo hecho a partir de la tercera. En el 2006 todavía pensaban en el vehículo privado como hegemónico para los desplazamientos.

En cuanto a la seguridad, teniendo en cuenta los comentarios oídos y leídos de la peligrosidad cuando hay poca afluencia de viandantes en cortos túneles urbanos o de metro en ciudades españolas y de otros países, qué decir en uno de 260.

Al parecer no les han llegado comentarios de personas, hombres y mujeres, que, en horas con pocos viandantes, máxime si ven algún raro individuo merodeando, prefieren darse la caminata de un kilómetro contorneando la estación del Nord en lugar de adentrarse en el centenar de metros del túnel de la Gran Vía. O si aún hay de servicio de autobuses urbanos viajando entre las paradas anterior y posterior al túnel. Supongo, porque es lo primero que se debe hacer, que habrán calculado la afluencia de viajeros, con su máxima potencialidad a partir de Amado Granell por la falta de centralidad de llegada para los de Ruzafa.

Respecto al que llaman «cañón peatonal», aún están a tiempo de sustituirlo por el inicio de la continuación soterrada hacia el centro histórico. Para conejillos de indias frustrados ya tenemos suficientes con el tercer carril València-Castellón y otros.

Resulta lamentable que las posibles protestas posteriores a su construcción no tendrán base por la ausencia actual de voces discordantes y el conformismo generalizado.