La ocupación de Afganistán durante veinte años por EEUU y un numeroso grupo de Estados occidentales, entre ellos España, para liberarlo de los talibanes es la historia de un fracaso clamoroso. No solo no se ha conseguido el objetivo principal sino que los Estados ocupantes, que presumen de ser democracias avanzadas, han entregado dicho país a los talibanes abandonado a gran parte de la población, mujeres y hombres que creerán haber vivido el sueño de la libertad tras haber despertado en una dictadura religiosa en la que están privados de los derechos fundamentales que creían haber conquistado. La Unión Europea ni siquiera ha estado presente en Afganistán y sus Estados miembros, entre ellos España, no han hecho sino representar el papel de comparsas de EEUU, el gran artífice de fracaso.

Al margen de las tragedias humanas que hemos dejado atrás, Afganistán es un hito que sirve para comprender los entresijos del escenario internacional. Los intereses económicos han sido desde hace siglos los que mueven los hilos en el escenario mundial y nuestro tiempo no es diferente. Biden, en política exterior, y al margen de las suavización de los gestos, se comporta como Trump y sus demás antecesores en la presidencia subordinando su política exterior a sus intereses económicos, utilizando para ello los muchos medios de que dispone; legítimos e ilegítimos, legales e ilegales y en particular su poderoso ejercito desplegado por el mundo. Nadie medianamente informado cree que EEUU haya sido y sea el paladín de la democracia en el mundo, aunque ese falaz argumento siga siendo utilizado por sus líderes como manto que esconde sus verdaderos objetivos en política exterior.

La reciente alianza militar de EEUU con el Reino Unido y Australia es un claro ejemplo de las prioridades de EEUU y del menosprecio que profesa hacia Europa a la que considera tierra conquistada y ocupada por bases militares, como las que tenemos en España. La presidenta de la Comisión Europea ha manifestado abiertamente que EEUU ya no es un aliado fiable; si bien debemos seguir considerándolo nuestro aliado. Y aunque en torno a la OTAN se produce un clamoroso silencio, pocos consideran que dicha organización esté en la línea de los intereses europeos; los últimos movimientos del Reino Unido y de Turquía debieran ser suficientes para que la Unión Europea pensara seriamente en crear una defensa común europea.

China no presume de democracia, concepción que probablemente considera una extravagancia occidental, pero persigue los mismos objetivos que EEUU. Utiliza el comercio y la tecnología para penetrar en los espacios en donde EEUU no está presente, en los que ha perdido prestigio o en los que es considerada una potencia hostil. Venezuela es uno de los ejemplos paradigmáticos de la influencia de China en Iberoamérica. Y no menos sintomático es que se haya convertido en socio principal del Afganistán de los talibanes. En muy pocos años el Producto Interior Bruto de China superará al de EEUU y al de la Unión Europea y no es improbable que a medio plazo se convierta en la primera potencia armamentística y espacial. Razones más que suficientes para establecer unas relaciones económicas equilibradas entre la Unión Europea y China.

Rusia, como el ave fénix, ha renacido de sus cenizas y aunque desde un punto de vista económico no es competidor ni de EEUU ni de China ni de la Unión Europea, sigue siendo una de las tres grandes potencias armamentísticas mundiales. Y no debe olvidarse que tiene en su territorio grandes reservas de gas y petróleo que Europa, y en particular Alemania, necesita. Rusia es, además, nuestro vecino y cualquier política europea que excluya a Rusia debiera considerarse un gran error.

EEUU, China y Rusia son los tres grandes potencias en el tablero internacional ¿Dónde esta la Unión Europea? Lo cierto es que no se la ve. Las tensiones internas en la Unión han impedido que su voz se escuche en los conflictos globales. Más que nunca se visualiza a la Unión Europea como una comunidad de mercaderes que no parecen haber entendido que sin una mayor integración política, y en particular sin una política exterior común y sin un ejercito europeo, no están garantizados ni su integridad territorial ni su economía ni su futuro. Hemos visto la indiferencia de la Unión y de sus Estados miembros ante la vejación infligida por EEUU y Australia a Francia; despojada de un contrato de construcción de submarinos, pese a ser uno de los miembros del G-7. Todo un síntoma de lo que no debe suceder pues los intereses económicos de cualquier Estado de la Unión deben ser considerados intereses de los demás Estados miembros.

Los dos grandes Estados europeos, Francia y Alemania, siguen siendo los más respetados en el mundo y los que deben impulsar que la Unión Europea salga de su letargo. Angela Merkel ha desplegado una actividad internacional de relieve en lo últimos meses. Se reunió primero con Biden que la recibió con honores en la Casa Blanca y después con Vladímir Putin en el Kremlin. Putin hizo ostentación de su poder recibiendo a Merkel en las salas inmensas del palacio en que las paredes están cubiertas con oro. La rueda de prensa posterior a la reunión se celebró en una sala inmensa, tras Merkel se veían tres banderas, la de la Unión Europea en medio y a cada lado una de Alemania y tras Putin había tres banderas de Rusia. Merkel se erigió en líder de la Unión Europea y ejerció como tal, dejando claro a EEUU y Rusia que la Unión Europea tiene sus propios intereses.

Más allá de las palabras resulta necesario que el socialdemócrata Scholz, ganador en las elecciones legislativas alemanas celebradas el pasado 26 de septiembre, y los demás líderes de los Estados de la Unión Europea, ahora que nos hemos librado del Reino Unido, pensando en el presente y en el futuro de los ciudadanos europeos se tomen en serio la necesidad de que la Unión Europea se sitúe en el tablero internacional libre de toda servidumbre.