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Martí

Isabel Burdiel, premiada por la RAE

La Academia reconoce el rigor de la biografía ‘Emilia Pardo Bazán’ de la catedrática de Historia de la Universitat de València

Gracias al chivatazo de Manolo Peris conozco en plena celebración de la ‘diada’ que la profesora de historia de la Universitat de València Isabel Burdiel ha ganado el Premio Real Academia Española de investigación filológica por su libro ‘Emilia Pardo Bazán’ (Madrid, Taurus-Fundación Juan March, 2019). No sé por qué -quizás estos días ñoños de otoño-, me conmuevo. Burdiel me dio clases en la facultad, cuando ella empezaba su cabal trayectoria docente e investigadora, y a mí me preocupaban más otras historias, aunque eso sí, nunca me perdí sus clases. No solo he tenido la fortuna de tener buenas profesoras, sino que gracias a ellas sé juntar letras y pensar por mi mismo, también por algún profesor que confirma la regla. Claro que tengo idealizadas aquellas aulas de Campanar y Blasco Ibáñez, porque Max Aub tenía razón cuando dijo que uno es de donde hace el bachillerato, un aforismo que hay que actualizar, se es de donde vas la universidad. La enseñanza media se puede hacer ya al lado de casa, pero el bachiller para la generación de Aub representaba el cambio de residencia y viajar a la ciudad. Él estudió en el Lluís Vives, que fue durante décadas el único ‘Instituto Nacional de Enseñanza Media’ de València para chicos. Años más tarde se creó para chicas el Sant Vicent Ferrer, y en la década de los setenta cada distrito contaba con un instituto público.

Intelectuales y Fira del Llibre.

El jurado de la Real Academia Española (RAE) ha concedido el premio a Isabel Burdiel porque su libro de Pardo Bazán «se trata de un estudio biográfico riguroso, con un amplio aparato crítico, que analiza la trayectoria vital y literaria de la autora situándola en el contexto histórico de su tiempo». La catedrática de Historia Contemporánea de la UV es una de las mejores intelectuales del momento, especializada en el siglo XIX y que enlaza muy bien la historia y la literatura a través de la biografía, un género cada día más necesario en la actual época tan rellena de ‘fakes’ y hagiografías. Fue premiada en 2011 con el Premio Nacional de Historia por su ‘Isabel II. Una biografía (1830-1904)’, (Madrid, Taurus, 2010). Me entusiasmo su estudio crítico del ‘Frankenstein o el moderno Prometeo’, de Mary Shelley (Madrid, Cátedra, 1994), así como su concepción científica de la historia, muy en la línea divulgativa de la escuela británica, donde se buscan los cruces de las historias en minúsculas, con la Historia con mayúsculas. Además he disfrutado mucho de sus respuestas en entrevistas escritas, porque hay muy pocas voces rigurosas e independientes capaces de cuestionar relatos propagandistas de la memoria democrática, porque como experta en liberalismo, conoce a la perfección los peligros del populismo. Culturalmente, una concepción liberal establece que la democracia nunca es imponer un criterio, sino todo lo contrario, aceptar la mayoría sin aplastar a la minoría. El jueves empieza la Fira del Llibre en Vivers, un aplazado reencuentro con la lectura y la escritura. Repasadas las cuarenta páginas de la programación, no he visto la presencia de Isabel Burdiel. A ver si todavía tiene arreglo para unirse a la fiesta de los libros.

¿Llorente o Llombart?

Mientras en el Palau se proclamaba una ‘nova renaixença’, nada más salir a la izquierda por la puerta principal de la plaza Manises, en el balcón de la segunda planta una pareja desayunaba contemplando una escena berlanguiana debajo de su piso turístico. Músicos tocando en el edificio de al lado, policías, guardaespaldas, curiosos, turistas a pie, y en bicicleta, en pantalón corto y chanclas, premiados bien vestidos, autoridades etiquetadas y la habitual protesta de azul geriátrico. Nada incomodó a los visitantes que siguieron con el ritual de su desayuno continental. Los escritores presidenciales no aclararon, sin embargo, por cuál de los referentes de la ‘vella renaixença’ se decantaban, si por el conservador Teodoro Llorente o por el republicano progresista Constantí Llombart.

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