Si llegiu premsa valenciana vuitcentista de seguida comprovareu com, entre les notícies més recurrents, es troben les que fan referència als robatoris: de tot tipus i condició. I si centreu l’atenció en els números del diari La Opinión corresponents als primers mesos de 1863, veureu com s’hi al·ludia, reiteradament, a «las hazañas de los incorregibles rateros» que poblaven la Ciutat del Túria.

A principis de febrer, per exemple, s’hi explicava que, en el moment en què «estaba parado junto a la iglesia de San Bartolomé un carro, y mientras entró el conductor en una casa, dos mozos listos atraparon algunos cartuchos de napoleones y de calderilla que iban en el vehículo, desapareciendo a toda velocidad de sus piernas» (l’anomenat «napoleó» era una moneda d’origen francés amb un valor de 19 rals).

Els lladres, però, no sempre eren pacífics i discrets. A finals de març, un veí que anava a peu des de València a Torrent, «cuando se hallaba en el camino y menos lo pensaba, se vió sorprendido por cinco hombres con armas de fuego y blancas, los cuales le intimidaron la rendición» (que, evidentment, aconseguiren). Fins al punt que «le vaciaron los bolsillos y le quitaron el reloj y todas las prendas de ropa; por manera que [...] este buen hombre entró en Chirivella casi enteramente despojado, pues solo le dejaron las ropas menores». Deixant de banda el sofriment que degué experimentar la víctima, no em negaran que l’escena final no sembla extreta d’un sainet...

Amb tot, la notícia referent a «rapinyadors nostrats» més divertida i delirant de totes és de l’1 de febrer i porta per títol «Cacos de nueva especie». «Vagan por las calles de Valencia dos nocturnos industriales que han apelado a un recurso original e ingenioso para apoderarse de lo ajeno»: «disfrazarse de señora con todo el lujo posible» i «dar unas cuantas vueltas por las calles, hasta cautivar algún enamorado galán que las siga; e introducirse en algún apartado callizo donde, en vez de una aceptación de sus galantes ofrecimientos, encuéntrase el pobre Tenorio con un “la bolsa o la vida”». En fi, ni Bernat i Baldoví no hauria sigut capaç d’imaginar una escena com aquella: No es verdad, ángel de amor, / que en esta apartada orilla / tu em busques la «pantorrilla»... / i jo t’atraque millor!